Freebird

Habían pocas bandas de rock que le gustaran a Auri, pero el sonido de aquellas guitarras le remontaba a los viajes por carretera con su padre, y la desgarrada voz del cantante entonaba palabras que parecían estar hechas para ella. Sí, era parte del soundtrack de su vida.
Y aquí estaba, en un nuevo capítulo para ella, una nueva ciudad, nuevos paisajes y nuevas sensaciones. Aquella deliciosa ansiedad que antecede a lo novedoso tenía su corazón inquieto, y su pupila entrenada estaba lista para inmortalizarlo todo a través de su querido lente...pero por ahora, sólo quería disfrutar del egoísta sol de invierno que le obligaba a entrecerrar los ojos, inmersa en los conocidos sonidos que emergían de sus audífonos y se instalaban en su pecho con un sinfín de emociones.




Los riffs le hacían eco de las últimas horas. No quería pensar en eso. Había decidido dejar fuera de la maleta los remordimientos y las explicaciones, le pesaban demasiado y ella sabía que lo mejor era viajar ligera. Así podía elegir con tranquilidad qué hacer con su tiempo y tendría más espacio para sus nuevos recuerdos.
Aquella mañana había bajado del avión esperando sentir frío, pero se sorprendió gratamente de que un tibio viento la recibió, lo tomó como un buen presagio. Guardó en su bolso de mano el abrigo que traía y sonrío para sí misma. Revisó su lista mental tres veces: buscar el transfer, ir al departamento que había reservado, dejar sus cosas, tomar sus medicinas, buscar trabajo. El aeropuerto parecía bastante seguro, muestra de que estaban acostumbrados a tener visitas connotadas, pensó. Papá le había dicho eso alguna vez, y también le dijo que debía seguir a los demás si se sentía perdida, así que siguió al resto de pasajeros hasta el lugar donde debía retirar su equipaje. Esperó en la cinta transportadora su maleta durante varios minutos, la cual pasaba una y otra vez frente a sus ojos sin que ella recordara que había comprado una nueva, hasta que uno de los funcionarios la tuvo que sacar y entregársela, bastante cabreado.  Se perdió buscando el transfer, lo dió por perdido y tuvo que gastar bastante de su dinero en un taxi, pero luego se dió cuenta de que no recordaba la dirección del departamento así que le pidió al chofer que la dejara en el primer lugar que le pareció seguro y tranquilo: un parque. Pensó en que debería llamar a la inmobiliaria que le había conseguido el lugar, pero odiaba hablar por teléfono. Aprovecharía el día, quedaban muchas horas de luz y simplemente quería disfrutar de la sensación de ser nuevamente libre en un lugar desconocido. Ya pensaría en solucionar su problema. Caminó, sacó un par de fotos del jardín japonés, se detuvo cuando le comenzaron a doler los pies, cerca de unos cuantos árboles de cerezo que tímidamente comenzaban a florecer.

Apoyada en su nueva maleta, la cual era más grande y de color burdeo como sus zapatos (debía recordar eso ahora), Auri miraba los pájaros que iban y venían entre los árboles y el verde pasto. Las bancas estaban vacías, pero parecía un desperdicio no sentir el pasto húmedo bajo sus manos. Mamá seguramente la regañaría por ensuciar su vestido claro, papá le diría que dejara de holgazanear. Él siempre le dijo que no estaría siempre ahí para obligarla a hacer cosas..."Te tendría siempre conmigo, pero no es así como funcionan las cosas...todo debe cambiar. Las aves lo entienden."




Se quitó los audífonos mientras sonaban los últimos acordes. Dos pájaros volaban cada vez más arriba, pronto Auri los perdió de vista y se sintió extrañamente melancólica y nostálgica.

"Yo también volaría lejos si fuera tú. Volaría alto, hasta caerme de cansancio. Los nidos son cómodos y calentitos pero sentir el viento en tu cara es mucho mejor. Y cantaría allá arriba. Me pregunto si los pájaros cantan mientras vuelan..."

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