Blake Dietrich

Voz referencia: Takanori Matsumoto, Ruki.
Banda: The GazettE

Nació y creció en la ciudad de Berlín en Alemania, cumpliendo el sueño de cualquiera: tenerlo todo, pero por alguna desconocida razón el heredero de la familia Dietrich jamás se sintió parte del mundo en el que estaba inmerso, había “algo” que le hacía creer que aquello no podía ser lo único,  que el dinero,  las grandes fiestas y los negocios no podían ser lo todo lo que llenase a una persona. Se sentía totalmente vacío y solo en aquellos parámetros donde todos se sonreían unos a otros, más, con sonrisas falsas. Como cualquier adolescente encerrado en un mundo sin necesidad alguna y donde con un chasquido de dedos o el sonar de una campanilla cualquier inquietud era solucionada por la servidumbre  jamás  podría sentir  falta alguna; como el hambre, sed o frío porque aquello no existía en  la clase más acomodada. Su familia, es descendiente de la “Hochadel” (Alta Nobleza), por lo que, su gran fortuna deriva de su posición heredada, por ello, tiene bajo su apellido muchas tierras en el interior del país (desarrollando el mercado agropecuario), además de ser dueña de cervecerías y castillos (el principal en Berlín, donde reside la familia Dietrich) y cumple un rol como accionista de múltiples empresas.

El joven Dietrich  desconocía la existencia de “Los barrios bajos”, las personas que los habitaban y su sentir o así fue,  hasta que al cumplir los quince años alguien le haría saber que la alta sociedad no era la única clase existente en Alemania y que por debajo de los altos mandos las personas luchaban por sobrevivir mientras ellos comían caviar y bebían los más finos whiskeys. Frederick en su aburrimiento había adoptado la costumbre de huir de la mansión mientras su madre iba a salones de té y reuniones con las otras damas distinguidas del mundo burgués, y su padre se ausentaba para ir a juegos de polo y charlas de negocios con otros importantes nobles. Había aprendido en una de las aburridas fiestas a las que se veía forzado a asistir para hacer “los amigos correctos” algo llamado “Convencer con los medios apropiados” (O vulgarmente: soborno) con lo que convencía al portero de dejarle entrar y salir a su gusto, así como, a sus tutores para decir que “Había asistido y era todo un prodigio”, aquello último no era una mentira, después de todo era muy inteligente –aquello influía para aburrirse y faltar a sus clases- Fue así como aquellas inocentes “fugas” ocasionales se volvieron constantes, amaba caminar por la ciudad, era totalmente diferente a mirarla a través de los cristales de la limusina. Le encantaba sentir el viento golpeando su rostro, el sonar de la nieve bajo sus pies y los diferentes rostros a su alrededor le eran fascinantes, tanto que, se perdía en ellos al punto de chocar constantemente con cosas y personas, gracias a eso conoció a alguien que cambiaría su vida.

Un día deambulando por la ciudad con su ya acostumbrada distracción colisionó con un joven que captaría su atención de inmediato, aquel chico tenía el cabello negro azabache y sus ropas eran tan oscuras como las hebras en su cabello, en su rostro habían pequeñas y particulares piezas de metal atravesando su labio, ceja y nariz, su peinado parecía enmarañado de forma intencional, en su espalda había una extraña maleta que parecía guardar un violín gigante. Luego de darse las disculpas pertinentes, su contrario se levantó y siguió su camino, pero el curioso noble no dejó el asunto hasta allí y su curiosidad le llevó a seguir a aquel misterioso chico. Tras caminar varios minutos por calles que jamás había visto y pasajes estrechos dio con un extraño lugar que se presentaba a sí mismo como “Pandemonium Bar” con luces de neón y cortinajes que ocultaban el interior del recinto (en aquel lugar no existía ley ni restricciones de edad por ser de los barrios bajos), el desconocido ingresó a él  y Frederick le siguió, dentro todo era oscuro, había una pequeña plataforma con instrumentos bastante diferentes a los que poseían las sinfónicas en los bailes y las personas alrededor de ella no llevaban traje ni vestidos ostentosos, muy por el contrario, llevaban chaquetas llenas de metal, pantalones rasgados, cadenas e indumentarias muy extrañas, pero por sobre todo; MUY INTERESANTES. Estaba extasiado, aquello era la reunión más mítica a la que había asistido y culminaría con el inicio de un sueño.

Las tenues luces a su alrededor se apagaron de golpe y se encendieron otras iluminando la plataforma con instrumentos que, ahora tenía a personas sujetándolos y para su sorpresa, al chico con el que había colisionado hace alrededor de una hora atrás sujetando algo que parecía un violín más grande y llamativo que colgaba frente a él sujetado por una correa sobre sus hombros, de un segundo a otro se sintieron tres golpes fluidos, guiados por un “Un, dos, tres cuatro”, el acompañamiento de diferentes sonidos, los gritos de las personas y la destacable voz del extraño que le noqueó en cosa de segundos, fue en ese instante cuando descubrió aquello que había estado buscando, ese “algo” que faltaba en su vida, la música, pero no cualquier música, aquella que no era vals, que no era sinfónica, pero poseía una armonía que resonaba por todo su cuerpo, el rock… el Visual Kei.

Al terminar la presentación corrió en busca del extraño que le había conducido –sin querer- a aquel sitio y tras causarle una ridícula impresión el tiempo volvió aquello una increíble amistad. Ya habían pasado seis meses desde aquel inolvidable encuentro y el chico desconocido de apariencia extraña ahora poseía un nombre por el cual llamarle “Blake” el mejor amigo de Frederick. Ambos amaban la música y deseaban vivir de ella, Blake se encargó de enseñarle el maravilloso arte de tocar guitarra y de instruirlo dentro del mundo del visual kei, el tiempo cambió su apariencia y sus costumbres, volviéndolo alguien feliz, pero el sueño terminaría pronto.

Habían pasado dos años y su padre comenzó a notar los cambios en su primogénito, cambios que no se ceñían por ningún lado a la imagen de un noble de su calibre, cambios que debía corregir de raíz, por ello, contrató a un detective privado que daría con la “razón” de dichas conductas, es decir, con Blake. Fue así como en la víspera de su cumpleaños número diecisiete y celebrando con los chicos de la banda de Blake acabaría el sueño del pelinegro de volverse una estrella.

Se encontraba en Pandemonium, el lugar en donde siempre tocaban y donde se habían vuelto amigos, Blake estaba en la canción final, una canción que había compuesto para su amigo Frederick y con la cual buscaba confesar sus sentimientos reales, aquellos que rompían el límite de la amistad. Fue durante el interludio musical que una nota discordante rompería la armonía, el sonar de un arma y el contratiempo de una bala atravesando el pecho del joven cantante, cortando su voz y su vida. La conmoción se apoderó del lugar y todos corrían fuera asustados, todos excepto la banda y Frederick, quien, de un salto subió al escenario a sujetar a su mejor amigo entre sus brazos, el tiempo pareció detenerse cuando en un último susurró pronunció “Hey, Ich liebe dich” (“Oye, Te amo” en alemán) y cerró sus ojos para no volver a abrirlos. Nadie supo jamás de aquel incidente, a nadie le importó que un joven soñador muriese aquel día, la banda de disolvió y Frederick jamás volvió a verles.

En reiteradas ocasiones y con los ojos llenos de lágrimas solicitó la ayuda de su padre para que con sus influencias pudiese dar con el culpable, en los años siguientes, pero este siempre se negó justificando que si alguien de los barrios bajos moría no era su problema y que la mano de obra se reponía fácilmente. Además de prohibirle continuar con su investigación al respecto, Blake siempre le había dicho que los nobles eran gente sucia y egoísta, esto se lo confirmaba. Frederick con el corazón destrozado y las esperanzas en cero se preguntaba día a día qué hacer, no podía dejar de sentir que su amado amigo no podía descansar en paz y él… se encontraba allí, haciendo nada en la mansión de los Dietrich. Tras semanas de estar encerrado en su habitación y sin poner un pie fuera de ella, un día mientras la mucama limpiaba calló de la repisa un CD, fue así como lo comprendió; ese algo que podía hacer por su fallecido amigo era: cumplir su sueño. Se levantó de su cama, salió al mundo y continuó en la escena de la música por su cuenta, pero dentro de aquel mundo era conocido como “Blake” porque adoptaría el nombre de su mejor amigo, de su inspiración y la muerte que cargaba gracias a ser no poder esclarecer la verdad. Pasó un año y  al cumplir la mayoría de edad cambió definitivamente su nombre.

Sus padres decidieron que estudiaría en el extranjero y así fue, ingresó a la carrera de Derecho y se mantuvo estudiando dos años en Francia, pero en vacaciones de verano se las ingenió para cambiar los pasajes y su destino, se embarcó a Glass City en vez de Alemania luego de hacer algunas transacciones y encargarse de que el dinero no sería un problema. Tras unas negociaciones costosas (monetariamente hablando) siguió sus estudios de derecho de forma independiente dando exámenes "libres" en la universidad a distancia.

Decidió iniciar una nueva vida, lejos de Berlín, lejos de los Dietrich y lejos de la muerte. Al poco tiempo de llegar escuchó acerca de Merveilles Records y vio allí su oportunidad de triunfar en la escena de la música de forma sincera, sólo con su talento y lejos de las conspiraciones de su padre para evitar que sea un cantante.

Como suele vestir


Su tatuaje

Su verdadero color de cabello