Delusional [R]

Su vida se estaba volviendo cada vez más aburrida. Las almas necesitadas de castigo eran las mismas, sus subordinados eran los mismos, todo era lo mismo; así que agradecía tener a Cerberos para poder darle un gusto diferente a su día a día. El inframundo se le hacía tan monótono que ni torturar almas lo podía mantener entretenido mucho tiempo.
Su personalidad no le permitía ser completamente dulce con los canes hermanos. Aunque se le pasara por la mente ser un amo amable a modo de premio, sin querer ocurrían cosas que lo incitanban a disfrutar el "dolor" en medio de lo que estuviera haciendo con alguno de ellos. Y no se arrepentía, al contrario, lo disfrutaba. Pensando en eso terminó deambulando por los pasillos de su palacio, escapando de sus deberes una vez más en busca de alguno de sus perros para poder aprovechar debidamente su momento de ocio. Sí, necesitaba ejercitar sus músculos con alguno de ellos, de cualquier manera.
En medio de todo ese necesitado monólogo dentro de su cabeza no pudo asimilar a tiempo cuando ya tenía a uno de los hermanos en su campo de visión, Sagathyad. De inmediato dejándose llevar por sus pensamientos -para nada santos- acerca de las distintas cosas que podían hacer juntos, solo por ser él.
Sagathyad lo insitaba de tal manera que gran parte de la mente de Lucifer se volvía loca cada vez que se encontraban. El Alfa era un ejemplo a seguir, en todo sentido, y por eso el Lucero Caído se preocupaba de premiarlo cada vez que podía.
Lucifer entró a la habitación en donde se encontraba el otro y se dirigió directamente hasta la primera cosa más cómoda que su campo de visión pudo captar, un sitial de cuero. –Ven acá– su mano hizo pequeños golpecitos sobre su muslo derecho cuando ya estuvo sentado, invitando al mayor de los hermanos a sentarse sobre sus piernas. Era el único cachorro que tenía permitido hacer eso en ese momento. –¿Sabes por qué mi trabajo es tan aburrido?– realizó su segundo llamado implícito para que se le acercara, movió su dedo índice cerca de su pecho. No lo llamaría por tercera vez.

¿Su vida era cómoda? Podría decirse. Ser la cabeza mayor de Cerberos no solo le proporcionaba el privilegio de morar en el reino de Lucifer, sino además el no tener más grande preocupación que la de servir a su Señor. Tenía responsabilidades por supuesto, el propósito de su creación fue el de custodiar las puertas del inframundo, y más allá de eso, estaba cuidar y por sobre todo la de controlar a sus dos queridos hermanos, pero aquello último nunca fue realmente un dolor de cabeza, sabía manejarlos, tenía el poder para hacerlo y mantenerlos a raya y claro que mantenerlos a raya para él significaba que cada uno respetara el lugar que tenía en su jerarquía, que ninguno de ellos se atreviera a tratar de ocupar el sitio que él mantenía junto a su Amo.

Era egoísta, pero no, así era como las cosas funcionaban y su propósito más importante hasta el momento era el de cumplir hasta el más caprichoso deseo de su Adoración. ¿Sería capaz de matar a su sangre por ello? No. ¿Pero y si Él se lo ordenara? Quién sabe…

Puede que a la vista de los demás fuera algo aburrido, pero al carecer de interés por el resto de morantes del inframundo Sagadiath prefería mantenerse prácticamente confinado en el castillo, siempre a una distancia prudente de su Amo y solo decidido a salir cuando su necesidad de cópula o alimento no eran satisfechas por el mismo. Siguiendo esa línea el día de hoy no había salido de la media y ahora mismo se encontraba dormitando junto a uno de sus lugares preferidos, sobre una alfombra en un rincón a un lado de la gran chimenea que era la decoración central de la habitación.

Debido a su sangre fría, además de ser el más letárgico de los hermanos, tenía predilección por los lugares cálidos, por lo que cada vez que tenía oportunidad de escabullirse en alguno de estos recovecos podía encontrársele descansando tal y como lo hacía ahora, con su cola enrollada a su lado casi sirviéndole de almohada, acurrucado. Aun así no dejaba de estar atento, siempre lo estaba. Con ambos ojos cerrados, su lengua bífida se extendió fuera de sus fauces ni bien pudo sentir la presencia de su Amo aproximarse a la habitación, mas conservó su lugar en el suelo, esperándolo y solo abriendo sus parpados una vez le tuvo en su rango de visión.

Amo~ -Emitió un suave susurro que hizo eco por toda la habitación a la par que alzaba la cabeza. No podía evitar lamerse los labios con ansias, más aun cuando fue llamado a sentarse en el regazo ajeno solo pudiendo ocultar su regocijo gracias a poseer no un rabo al igual que sus hermanos sino una cola de serpiente, ya que de ser el caso esta estaría moviéndose frenéticamente de un lado al otro.

Por supuesto, no necesitó un tercer llamado para acercarse tal y como el otro pidió, de forma pausada pero grácil como solo sabía ser él, se escabulló de forma suave por entre las piernas de su dueño hasta ocupar lugar en sus faldas, aproximando mínimamente su rostro donde su pecho para así sentir el calor que éste emanaba sobre sus mejillas.- Hm…?

Entonces le miró por unos instantes, al no esperarse del todo aquel cuestionamiento. Bien podía ser aquella una pregunta retórica, pero de no ser el caso ¿Quién era él para emitir un juicio al respecto? Un ser inferior como él no era digno de cometer el acto de ponerse en el lugar de su Señor para darse siquiera una respuesta, y tampoco era que fuese un ser realmente empático… De todas formas podían ser muchas las razones y solo estaba en la mente del Lucero la verdad de aquellas. Por tanto solo bajó la mirada unos segundos antes de entre abrir la boca.- No creo que me corresponda opinar sobre ello pero… de ser así, existe alguna forma de que pueda volverlo más divertido~? –Preguntó con una tenue sonrisa, sabiendo que al menos sí le correspondía ser quien le proporcionara placer.

No era raro que Sagadalius, o Spyro como solía preferir ser llamado, tuviera una vida algo más floja y aburrida que la de sus hermanos, porque al final él era quien estaba en la base de la pirámide de jerarquía entre los tres caninos. Eso significaba por consecuencia que era al que menos le prestaban atención, además de ser indiscutidamente el más débil de los tres. Pero aquello no era algo que llegara a preocupar al cachorro más pequeño, en verdad él nunca ha tenido el deseo de superar a sus hermanos, no había necesidad. Los respetaba, los admiraba, los deseaba sí, jamás los odiaría aunque soliera de vez en cuando joderles la vida como si fuera alguna clase de hobby, pero tan solo era la búsqueda constante de atención, atención que por supuesto nunca recibiría del amo y señor de esas tierras, al menos no de forma directa como lo hacía el mayor, Skýlos.

Tampoco se podía negar que de vez en cuando el joven demonio padecía de algunos complejos de inferioridad, pero tampoco era que fuera un completo inútil, o al menos de eso estaba convencido él, después de todo sin él o sin cualquiera de los tres hermanos, era imposible que el guardián de las puertas del infierno "Cerberus" pudiera tomar su forma. La forma original que les correspondía a los tres como un solo ente, una sola critura magnífica y temible. Ese detalle era suficiente, casi siempre, para dejar al menor feliz.

Luego de pasarse el día (si así puede llamarse) molestando a demonios menores que él, volvía a los aposentos de su amo, después de todo era su hogar y lugar junto a sus hermanos.

Ellos, Lilith y algunos pocos demonios de alto rango más eran los únicos con el derecho de rondar cerca del señor de las tinieblas. Él mismo no solía ver muy seguido al susodicho, excepto en situaciones como esta donde, en busca de sus hermanos, terminaba por toparse con su presencia.

Y ahí estaba al menos el mayor, en el mismo salón con aquel sujeto jodidamente sensual, dueño del caos y del temor de al menos ese, su mundo, y quien sabe, quizás de algunos otros. Ese sujeto al que no podía mantenerle la vista ni por un segundo. Era justamente por eso que Sagadalius se quedó ahí, escondido tras la puerta semiabierta, simplemente observando porque bueno... además de imprudente, era un cachorro curioso.

En efecto la pregunta había sido una simple retórica, no esperaba ni necesitaba ninguna respuesta más que la obtenida por el mayor de los canes. Su obediencia y lealtad eran suficientes como para que esbozara una sonrisa complacida. –Estoy seguro de que existe. – Su mano se posó en su cien fingiendo un momento pensativo, en el mismo instante en el que ya se había percatado de la presencia del menor de sus cachorros entrando al palacio. Sabía que afortunada o desafortunadamente Sagadalius llegaría hasta su puerta, después de todo él los había llamado en su aburrimiento sin necesidad de palabra o pensamiento, sin que ellos mismos lo supieran.– Sorpréndeme – Ordenó el lucero con una mirada desafiante y llena de altas expectativas para aquel sobre su regazo.
Siguió fingiendo indiferencia al sentir el movimiento de Sagarath, incluso cuando ellos se encontraron en la puerta de sus aposentos. El rey del inframundo parecía tan solo prestar atención al mayor de sus cachorros aunque sabía que el mismo no era tan estúpido como para no poder percibir por si mismo la presencia de sus hermanos, lo que volvía aquel juego entre ellos todavía más interesante pues no siempre podía predecir cómo Sagadiath se comportaría. Era indiscutible la diferencia que había en su actitud cuando estaban a solas a cuando cumplía el rol de líder de su manada en presencia de sus hermanos o de otros demonios que no fueran el pripio Lucifer. –Estoy esperando – Su voz sonó caprichosa, autoritaria y demandante. No era necesario decir que si su mascota no podía cumplir sus expectativas de diversión, le castigaría.

Emoción. Una sensación que no solía invadir el cuerpo del mayor de los canes con frecuencia dada su fría naturaleza, a no ser por supuesto que estuviese cerca de su más grande Anhelo. La sola invitación, la posibilidad que su Amo le daba de influir en su persona hacían que sus pupilas se dilataran a medida que su mente procesaba la orden. Por un instante fugaz una imagen pasó por su mente, un deseo. Si la idea era sorprender ¿Por qué no entonces escapar de lo usual entre ellos y a la vez, traviezamente satisfacer una de sus fantasías predilectas? Tan lento y tan contrario a lo rápidos que se habían vuelto sus latidos se acercó a los labios del Lucero Caído con la idea de depositar un beso en ellos, acto que se vio frenado instantes antes de hacer contacto apenas aquellas dos presencias llegaron a sus sentidos.

Las desagradablemente indeseadas presencias de sus hermanos menores.

Siendo honestos, sería incorrecto decir que les despreciara, eran sus hermanos, los quería a su extremadamente particular manera, pero no allí, no en ESE momento. No cuando se jugaba su jerarquía y el lugar que ocupaba ahora mismo en las faldas de su Amo. No haría algo que podía implicar un castigo si ellos estaban allí.

Su rostro se mantenía calmo y su expresión pareció no inmutarse, ni siquiera sus ojos se desviaron un milímetro de su objetivo pero sí, se detuvo, decidiendo únicamente explicitar lo que ambos sabían. -No estamos solos.- Susurró, dejando a la inmensa sabiduría de su Dueño la forma el la que continuarían teniendo en cuenta aquella información.

Intentó ocultar su presencia lo mejor posible, estaba realmente concentrado en ello que no sintió ni por si acaso a su hermano acercarse, así que no pudo evitar dar un respingo que más que canino pareció como un gato asustado.

"Shh!" Apenas se giró le hizo una seña al otro para que guardara silencio, después de todo estaba intentando ser cuidadoso (aunque sabía en el fondo que no tenía sentido, nunca podría engañar a su amo ni a su hermano), pero su curiosidad podía más, le causaba morbo y sí, un poco de envidia lo que sea que podía pasar en esos aposentos porque él, con una libido superior a la de sus hermanos era el más susceptible a cualquier estímulo de esa naturaleza. Y no podía negar que ambos, su hermano y su amo eran jodidamente sensuales, pero tan lejanos para él en ese sentido que se transformaban en toda una fantasía sexual y un espectáculo voyerista.

"¿Me vas a decir que no te da curiosidad?" Sagadalius le dedicó una sonrisita burlona a su hermano, porque sabía que ambos, al estar en una posición más baja, inevitablemente envidiaban un poco la dinámica que tenían los dos dentro de la habitación.

"Incluso si me la cortan, pienso que valdría la pena." Spyro reflexionó seriamente acerca de la idea, aunque claro, la verdad es que no le gustaría perder su único talento alojado entre sus piernas.

"No sé tú, a mí me parece mejor panorama que revolcarme con cualquier otro demonio. Es como el máximo derecho de los que vivimos aquí ¿no?" Después de todo no cualquiera en esas tierras contaría con la suerte de ver tal calidad de espectáculo.