| «No es lo mismo comer a ser comido…» De aquel exultante despertar la guerra liberó un hombre dejado y poco deseado, viviente sin querer serlo, hiriente sin tan siquiera desearlo desde lo más profundo de su ser… fue el mismo hombre, el mismo todo, quien propició que esto comenzara… que esto jamás terminase.
Y en lo profundo de la mente le encontró, cual serena mariposa, muerta, o viviente quizá. ¡Amada Gaia! Hoy estás aquí, hoy estamos aquí… para ser uno solo, para que nuestros pecados se junten en el purgatorio eterno de la vida, de la muerte.
De la nada.
«El tiempo es solo un juego de dioses. La vida es solo una corriente. Los sucesos sencillamente no suceden…» El planeta siempre estuvo colmado por razas que batallaban desde la antiguedad, escondidas entre leyendas y mitos, pero, en el año 1898 comenzó aquello conocido y recordado como "La Guerra de los Cien Años" donde las razas comenzaron a atacarse las unas a las otras destruyéndose, y al mundo con ellas.
Después de la Guerra de los Cien Años el planeta ha sufrido grandes cambios de estructura y sociedad, como tal, el término “Tierra” se enterró en el pasado y ha pasado a llamarse Gaia, como la Diosa, nombre decidido por la Mesa de los Pecados Capitales a manera de anunciar “un nuevo comienzo”.
La “Mesa de los Pecados” fue creada, siguiendo una vieja creencia mundana, y fue la creación de ese ente lo que trajo una extraña paz que aún ahora, en pleno siglo XXI se mantiene.
Dividiéndose en los siete pecados capitales: Avaricia, ira, gula, orgullo, envidia, pereza y lujuria, reconociendo su culpa en el camino… así es como ahora, en este mundo nuevo, han conseguido sobrevivir. Y es aquí, en la Ciudad Neutral de Gaia, el único territorio neutral de todo el planeta, sede central de mesa, donde se espera que el cambio se haga más obvio, estimulando la convivencia entre las distintas razas: humanos, dioses, tritones y otros.
Sin embargo, aún con esto, aún con esta especie de paz bien lograda, hay mal, la maldad que se infunda perfectamente en aquellos que, aún entre la calma, están siendo pisoteados, gobernados queriéndolo o no, por aquellos que se creen superiores.
«Si fueran sensatos entenderían estas cosas, comprenderán la suerte que les espera…» ¡Oh cruel pecado que corrompes hasta el alma más casta… ¿qué clase de existencia perdura dentro del alma que lee fielmente estas letras?!
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