Caídas.

por **Mine Sagan** Lun Nov 19, 2012 8:05 pm

Salió de la sala de audiciones asistida por unos jóvenes compositores también aspirantes al sello. Hablaban maravillas de su presentación, realizando preguntas algo capciosas con respecto a la composición de la segunda melodía. Mine se limitaba a sonreír y a dar respuestas enreversadas, casi de orden filosófico, solo para confundirlos y apartarlos de sí. No le molestaba quedar de loca ni de desagradable, no ese día. No después de esa maldita audición.

Los surcos bajo sus ojos comenzaban a pronunciarse a medida que se alejaba del auditorio, como si recién entonces la capa de maquillaje se rindiera ante las reacciones fisiológicas que tenía su cuerpo fatigado. La sensación de ahogo que hace unas semanas llevaba haciéndole la vida imposible regresaba a ella. Supuso tener los pulmones obstruidos por una conversión meramente histérica, naciente del estrés que sentía debido a su audición. Desconocía lo que le haría su padre si fracasaba. Nada era seguro con aquél hombre discriminatorio y fanfarrón, su fantasma personal, carente de toda clase de sentimentalismos hacia los suyos y hacia sí mismo.

Debo ser un genio. Yo debo ser un genio. Si no lo soy me convertiré en uno, debo de...

La voz en sus pensamientos persistió en hablarle mientras hacía ingreso al ascensor del edificio, dispuesta a salir cuanto antes de ese recinto. Presionó el botón que marcaba el uno, pero la lucecilla que indicaba la selección del piso no obedecía. El ascensor ascendió. Mine dejó escapar un suave gruñido, irritada.

por Invitado Miér Nov 21, 2012 7:34 am

El estómago rugía como una jauría de tigres furiosos. “Dioses, ¿cómo se puede tener hambre a tantas horas diferentes?” se decía en su mente el joven mánager. La audición de su muchacha había terminado, y lo cierto es que le sobraban esas “pruebas”. “¿Es que nadie sabe ya que esa niña es la perfección terrenal para tocar el piano?” . No le cabía en la cabeza que ella tuviera necesidad de probarse ante un jurado, pero así estaban dictadas las normas, y así habría de ser; “paso innecesario”, se repetía en la mente una y otra vez...

-Tssk. Diantres, ¿por qué no pondrán nada para “picar” en esos palcos tan fríos... un mánager no vive del aire...-Se dijo, visiblemente fastidiado.

Se dirigió hasta el ascensor, y presionó el botón para que acudiera a su encuentro. Luego quedó a la espera, con una mano apoyada en la pared y la otra en la cabeza. Estaba fatigado, y tenía ganas de fumar. Al escuchar el “clinc” que avisaba de la llegada del elevador. Y al ver allí a otra persona con cara de fastidio, no pudo por más que sonreír con argucia, y más, al saber de quién se trataba.

-¿El pequeño colibrí, fuera de su jaula? Y lo que es más extraño ¿sin el señor que sujeta la correa? -obviamente se refería a su estricto progenitor. Que la sobreprotegía por su propia seguridad y por las ganas de este de que su hija sea a imagen y semejanza de lo que él sueña para ella, sin dejarla decidir el camino de su vida. Eso fastidiaba a Edgar, al que jamás gustaron las injusticias en cualquiera de sus ámbitos y formas.

Edgar le hizo una reverencia a la damisela, más para sacarle una sonrisa que porque realmente sintiera la necesidad de hacerlo por modales.

por **Mine Sagan** Jue Nov 22, 2012 1:05 pm

Varada en un mundo tan propio como complicado, advirtió que las puertas del ascensor se deslizaban, distanciándose la una de la otra, dando paso a un mancebo bien conocido por ella. Las pupilas de Mine se dilataron sutilmente, cortando el hilo de sus pensamientos. Aún cuando le había visto en la audición no tenía intenciones de dirigirse a él; estimaba que captaría fácilmente su condición, y eso le resultaba insostenible.

Edgar LeBeau era uno de los mánagers mejores entendidos en el rubro, sobretodo en lo que se refería a música clásica e instrumentos de cuerda. Mantenía una buena relación con la familia Sagan. Su padre vanagloriaba diariamente sus logros, esperando con gran ilusión el día en el que su hija ingresara como miembro de Merveilles y fuese oficialmente representada por ese hombre tan culto y fascinante, como él le describía.

– Edgar... – murmuró, sin simular la sorpresa que le producía encontrarlo justamente allí, en ese momento tan difícil. Respondió a su reverencia con un gesto semejante, asiendo entre sus finos dedos el borde del vestido de lunares. – Padre ya no se encarga de llevarme a cada esquina, la servidumbre lo hace. – Respondió con un dejo de hostilidad, y es que el asco empezaba otra vez a contaminar su garganta.

Cargó un hombro contra el gran espejo que sustituía la pared simulando completamente el estado enfermizo que le blanquecía la piel, reprimiendo la angustia que le crispaba los nervios. Inspiró con disimulo el aire que provenía del exterior, esperando que su mánager ingresara al encierro del ascensor.

por Invitado Dom Nov 25, 2012 9:30 pm

El desdén de la pequeña artista, llena de belleza toda ella, no hacía más que aseverar en la certeza de que sus nervios la hacían frustrarse con mucha facilidad ante la espera de los resultados de la audición. Algo que sin duda era muy normal y corriente en cualquier ser humano consciente de su probabilidad a fallar: no así aquellos vanidosos que creen que todo les vendrá rodado, pero ese es otro cantar...
El suspicaz LeBeau, sabedor desde la primera ojeada a la muchacha de todo aquello, no pudo por más que cerrar los ojos un instante y reír en un breve suspiro, con la boca cerrada, dejando escapar el aire de la misma por la nariz. Luego se introdujo en el ascensor con esos aires de solvencia sobrada que tanto caracterizaban a sus movimientos. Se colocó al final, tras la damita. Sin abrir los ojos, colocó un pie delante del otro, con la punta del pie señalando al suelo; y los brazos cruzados. El ascensor se cerró ante ellos.

-Cierra los ojos, señorita Sagan. Confía en mí, ciérralos, y mantén tu mente alejada de la realidad-. La voz del joven engreído resonaba en la cabeza de la chica con ese deje “sabelotodo” hechizante al que todo el mundo creía a pies juntillas. -Ahora, tus emociones. Haz correr el río, y pon tus emociones en una barca...que corra corriente abajo. Quédate con el sonido del agua, óyelo surcar. No atiendas a tus emociones, ya se fueron río abajo; atiende a tus sentidos, se profesan en cada movimiento, en cada sonido.- De ese modo sonó el “clink” que determinaba la llega del ascensor al piso primero.

Edgar caminó unos dos pasos hasta llegar a la “princesita enjaulada”. Abrió sus ojos, y le colocó su mano en el hombro, tras ella.

-Has estado perfecta. Como siempre.

por **Mine Sagan** Lun Nov 26, 2012 2:42 pm

Edgar dirigió sus prepotentes pasos hacia el interior del ascensor, ganándose junto a ella con una sonrisa llena de autosuficiencia mientras las puertas de metálico color les encerraban en aquél hermético cubículo. Existían rumores zumbando en los pasillos que ella solía frecuentar que referían al intelecto superior del muchacho. Llevaba tratando con él durante años y aunque el tópico de sus conversaciones jamás escapó del contexto profesional, no dudaba en el acierto de esas palabras que cantaban las verdades del mánager. En algún punto, Mine no sabía si le agradaba o no.

La sensación del descenso le revolvía el estómago, provocando en ella una nueva sensación de desequilibrio, amenazando con desvanecerla. Pero Edgar, astuto como él solo, no tardó en darle indicaciones de lo que parecía una especie de técnica de relajación. A sabiendas que él, a pesar de todo, era un tipo de confianza y velaría por su bienestar, la muchacha obedeció sin chistar.

Con los ojos sellados imaginó sus emociones disueltas en agua, sobre los ríos y el mar, y creyó visualizar nítidamente cómo toda aquella magnificencia destruía cuánto pueblo y cuánto bosque encontrase en su camino. Sin embargo, consiguió desviar sus pensamientos de ese caudal, centrándose en el presente mismo, en el aquí y el ahora, convencida de que su tendencia a la destrucción del todo se valía de que ella misma estaba arruinada. Solo no soportaba ver algo en mejor estado.

– ¿Perfecta? – Murmuró con suavidad, sin volverse a él. ¿Existía un adjetivo más opuesto para sí? La máscara de la perfección no encajaba consigo por más que se esforzara, pero se sentía satisfecha de que no todos pensaran de esa manera. – Gracias. – Respondió secamente al cabo de una pausa, manteniéndose cordial pero distante.

Jamás dejaré de ser la dulce niña de papá, tú lo sabes mejor que nadie.

Deseosa de abandonar ese lugar lo más pronto posible, abandonó el ascensor encaminándose a ritmo acelerado hacia el exterior, sin preveer que el brusco movimiento de su andar y su inestabilidad emocional acabarían por tumbarla de rodillas en el piso. Amortiguó la caída con sus manos, manteniéndose con la vista clavada en la baldosa, respirando con dificultad, amenazada por una sensación asfixiante.

por Invitado Miér Nov 28, 2012 8:02 am

Tras el detenimiento del ascensor y que luego se abriese la puerta de metal, la joven músico intentó dar dos o tres pasos seguidos con éxito, para tambalearse y caer de rodillas en el siguiente. Edgar la observó nada más salir del ascensor, y frunció el ceño por el extraño proceder que llevaba la dama. Pero por desgracia, no pudo ser tan rápido como su mente para detener la caída. Y su intento por salvarla de un buen golpe en sus rodillas quedó en un amago de rescate y un grito, el nombre de la chica que se escapó de sus labios como una exhalación.

No pudo detener la caída pero al menos, intentaría levantarla del suelo y de su ensimismamiento, esperando que no haya sido nada grave al menos lo del golpe. Pues su estado mental es lo que había ocasionado aquel momento de debilidad en la muchacha. Así que se colocó a su lado, con una rodilla en tierra, una mano en su espalda y con la otra giró la cara de Mine para mirarla a los ojos, eso dictaminaría bastante el problema. Y como había previsto, ningún tropiezo o descoordinación motriz de sus movimientos habían dado pie a la caída. Edgar intentó poner su semblante más serio, debido al carácter delicado de la situación. Pero pronto se dio cuenta de que ella solo necesitaba relajarse, comer un poco, y descansar de sus autodestructivos pensamientos.

-¿Te duelen mucho las rodillas? ¿Puedes ponerte en pie? Creo que a la pequeña colibrí no le funcionan las alas-. Dijo por último a modo divertido, para sacarle un intento de sonrisa y los malos pensamientos, y hacer que ella lo odie más a él por “burlarse” a su manera, que a ella por no sacudirse la presión que ejercía su padre sobre su persona.

El mánager la ayudó a levantarse en la medida que ella lo deseara.

por **Zinnia Millaray** Jue Dic 13, 2012 5:17 am

Después de la primera audición pasaron dos personas, las cuales no tocaban con tanta precisión y perfección como la señorita Mine y esto se notaba pues mis colegas se veían desinteresados en estas dos personas hasta que la segunda, al estar tan nervioso y no resistiendo el estrés, se desmayó. Todos nos sorprendimos por aquel acto llamando enseguida a alguien que pudiera atenderle. A pesar de que hubiéramos podido continuar decidimos tomar un descanso. En aquel lugar se sentía un ambiente pesado, ya estaba acostumbrada a ese ambiente pero decidí salir por un poco de aire fresco, al tener media hora de descanso pensé que sería buena idea dar un pequeño recorrido en la disquera, de este modo me adaptaría mas rápido a mi nuevo lugar de ambiente.

Tomé el ascensor recargándome en la pared, puesto que estaba sola me permitía esa actitud un tanto informal. Antes de llegar a la planta baja me incorporé acercándome un poco a la puerta. Una vez que se abrieron pude notar a dos personas que estaban hincadas, a lo mejor necesitaban ayudan por lo que camine hacia ellos- ¿Disculpen necesitan a…- No pude terminar de formular la pregunta al saber que se trataba de la señorita Mine- No tenía idea de que se hubiera sentido tan mal- Susurré hincándome del otro lado de la chica mirándola a ella con verdadera preocupación y después a su acompañante que era la primera vez que le veía

-Iré por algo que refresque a la señorita Sagan o ¿Usted sabe si hay una enfermería en el edificio?- A pesar del pequeño recorrido que me dio amablemente el joven Kei no me acordaba mucho de lo que había en cada piso y el señor que tenía enfrente mío no parecía ser alguien que hubiera venido a la audición, se veía ya como una persona integrante del sello pero no tenía manera de confirmarlo, aun no conocía a las personas con las que iba a trabajar- Tal vez también le ayude a la señorita Sagan acostarse.

U: Ah D:....Bueno quisiera darles unas sinceras disculpas u////u, perdón por hacerlos esperar tanto, tenía trabajos finales y tenía un pequeño problema que por suerte solo había sido un gran susto. Ya a partir de este día estaré mas al pendiente, mi semestre ya ha acabado así que tengo un poco más de tiempo libre. Otra vez les ofrezco mil disculpas u///u.

por **Mine Sagan** Jue Dic 13, 2012 10:26 pm

¿Por qué se creía vencida? Tendía a evadir disputas y confrontaciones, esa aplastante sensación a derrota no tenía sentido, ¿contra qué estaba peleando? El miedo triunfante, el imperativo del padre, todo sobre ella. La interrogante persistía, gatillando una serie de paradójicos pensamientos, golpeando su mente estrecha, supuesta a prohibiciones y límites innecesarios. No era primera vez que ese dolor le colmaba el pecho, hace solo unas semanas había ocurrido un evento semejante con Lucien...

Y entonces le escuchó como a un cántico eclesiástico anunciando su salvación. Aquél trastorno perceptivo que parecía invadirle le hizo creer que se trataba de Lucien y de su presencia divina, pero no. La mano de Edgar le forzó a volverse hacia él; Mine le observó con el rostro compungido y las pupilas dilatadas, enajenada, al borde de un abismo oscuro que mitigaba sus penurias, que prometía hacerla feliz. Restó en silencio, con los labios ligeramente separados, asimilando sus palabras más como un llamado a la realidad que como una burda broma. No respondió al gesto, pero se sentía a salvo.

Mas una voz interceptó ese esclarecimiento oportuno. Distinguió sobre sus ojos empañados de lágrimas que se rehusaban a salir la silueta de una bella joven, cuya voz perpetró en sus oídos provocándole una especie de cortocircuito en su reconocimiento. Desviándola, desviándose.

Que no se entere, que no se entere de ti.

La ira le desfiguró el rostro, de forma simultánea se incorporó, desasiéndose del contacto que sostenía con Edgar.
– ¡No! ¡No necesito nada! ¡Todo está bien! – Exclamó con violencia, perdiéndose en la hendidura de aquél desequilibrado estado, acaparando la atención de los trabajadores que circulaban por la recepción. – ¡¿Por qué insisten en buscarme defectos?! ¡Hice lo que querían! ¡Estuve perfecta! – Volvió a alzar la voz, aprovechándose de su actual postura para jalar a Zinnia del cabello, desgarrándose la garganta en gruñidos como si de un animal se tratara. – ¡No voy a perder! ¡No voy a perder! ¡No voy a perder! – Repetía incansable, viendo desde arriba cómo el lacio cabello de la distinguida muchacha se volvía un caos por acción de sus furiosas garras.

por Invitado Miér Feb 27, 2013 10:29 pm

Mientras sujetaba el brazo de la chica para incorporarla en su posición vertical, otra joven, aunque un poco mayor que Mine, se acercó para prestar su ayuda.
-No creo que ella necesite una enfermería…- dijo LeBeau con su tranquilidad habitual en sus gestos y palabras. Esa parsimonia que hacía poner nerviosos a la mayoría de los mortales. –sólo un descanso le irá bien.
Entonces se arrancó de la sujeción de Edgar para abalanzarse contra las greñas de la joven que se había interesado por el bienestar de Mine. Rápidamente intentó desenganchar el puño aferrado a la cabellera de la otra dama, pero le costó bastante deshacer la asidera. Se había aferrado con firmeza, y su estado de desesperación la hacía incontrolable y dueña de una fuerza fuera de lo normal en una muchachita tan menuda.

En fin, que no tuvo más remedio el mánager que presionar en las muñecas de Mine para que sus manos se abrieran a la fuerza. La retiró abrazándola por la espalda, y trincó sus brazos con los suyos.
-Shh, tranquila pequeña. Tranquila.- luego dirigió sus palabras a la chica que ahora debía tener un dolor notable de cabeza. –logre disculpar al colibrí. Y sin que sirva como excusa, debo decir que su situación familiar hace que la mente de la joven Sagan tenga ciertos ataques de ansiedad. Repito, y sin que sirva como excusa, una vez más la niña pide perdón usando mis palabras como intermediarias.

El caballero alejó a la pianista del escenario de la discordia, y la sentó en un banquito de un pasillo contiguo. Se sentó junto a ella, el silencio imperó unos pocos segundos… y finalmente, una carcajada se dio un festín a través de la boca de Edgar LeBeau.

por **Zinnia Millaray** Miér Abr 24, 2013 3:07 am

El joven que estaba con la señorita Sagan parecía saber que es lo más apropiado para el bienestar de ella, solo asentí a lo que dijo ya dispuesta a levantarme para retirarme cuando me sorprendió el comportamiento de la joven. Tomándome totalmente por sorpresa comenzó a atacarme, jalándo mi cabello de una manera tan fuerte que llegaba a sentir como algunos cabellos se desprendían desde la raíz, era una sensación muy dolorosa. Al principio di un grito ahogado pero traté de no moverme y no gritar, parecer una persona “tranquila” en lo que cabe la palabra, también me esforzaba de no soltar lágrimas de dolor.

De un momento a otro sentí un alivio en mi cabeza, pero aún sentía como latidos en mi cabeza, en la zona que jaló. Abrí los ojos con algo de temor, dirigiendo la Mirada primera al suelo donde, con horror, vi mechones de mi cabello. Como a la mayoria de nosotras las mujeres, mi cabello era algo que lo cuidaba como un Tesoro. Subí lentamente la mirada hacia aquel par, escuchaba al joven, si, pero aun no reaccionaba totalmente. No pude responderle ni siquiera un “esta bien” solo los vi marcharse y al quedar sola en aquel lugar las personas que vieron el incidente se acercaron para ofrecer su ayuda, en ese momento pude volver a ser yo misma o tratar de guarder las apariencias. Antes de decr cualquier palabra aclaré mi garganta- N-no se preocupen me encuentro de maravilla- Aun temblaba un poco mi voz. Me sorprendió, pensaba que lo había dicho de manera tranquila, lo único que podia hacer para que me creyeran era levantarme, acomodando mi vestido empezando a pasar mis dedos en el cabello para arreglarlo, esa acción me dolía.

Las personas empezaron a perder el interés lo cual me alivió mucho. Necesitaba con urgencia ir a otro lugar. Mi corazón latía con mucha fuerza, por lo ocurrido aunque me sentía muy desorientada. Comenzé a caminar llendo hacia la pared para usarla como apoyo, el dolor aturdia mi equilibro- Necesito refrescarme un poco...- Murmuré caminando un poco más hasta escuchar una carcajada, me acerqué al lugar notando que quien se estaba riendo era aquel chico, tenia seguridad que el motive fue el incidente pero yo no le veía ninguna gracia, me aleje de la pared, dirigiendome con pasos firmes hacia ellos nuevamente, carraspeando para que notaran mi prescencia. Esta vez mi rostro estaba serio, neutral- Siento interrumpir su…acto señor pero solo venía a decirle que la señorita Mine estuvo perfecta en su presentación, no tuvo ningun error y no solo yo noté aquello, también los otros dos jueces que la calificaron por lo que esta demás decir que es una fuerte candidata para incorporarse en el sello. Estoy segura que usted ya sabía que iba a entrar pero note otra cosa. El modo de tocar de la señorita Sagan es muy mecánico y las sensaciones que me llegaron fueron un tanto confusas- Parecía como si nada hubiera pasado momentos antes, lo miraba…¿Como explicarlo? De una manera demasiado seria y fría, claro que mi voz salía un poco más suave de lo que expresaba mi rostro, voltee a mirar por unos segundos a la señorita Mine- Usted tiene un gran talento para la música señorita, solo concentrece en ello, recuerde que debe de trabajar algunas veces bajo mucha presión y debe de controlarlo.

u: Por fin pude terminarlo...Traté de contestar lo más rápido posible, si esta medio confuso o loco mi post perdón ya no carburo bien a esta hora de la noche u/////u y como ya he vuelto a ser activa mis respuestas serán mucho mas rápidas.

por **Mine Sagan** Lun Abr 29, 2013 9:24 pm

Su mano se encontraba aferrada al cabello de Zinnia como si su vida dependiera de ello, Edgar tardó unos segundos en apartarla e inmovilizar su accionar. Aquél instante fue tan puro y honesto que resultaba aberrante: la mujer retenida en los brazos de su mánager, la de las pupilas dilatadas y la respiración agitada era ella. Esa era la verdadera Mine Sagan. Sacudió su cuerpo en un intento desesperado por liberarse y volver a atacar, movía los brazos en dirección a Zinnia, gritó varias maldiciones, chilló lo suficiente como para acaparar la atención pública. Si no conseguía que esa mujer le odiara con toda su alma acabaría encerrada de por vida en la jaula de su padre, pero por más que combatía la fuerza de Edgar era superior y, por alguna extraña razón, su voz conseguía gradualmente tranquilizar su alma agresiva. Le recordaba a alguien, pero en ese momento no pudo identificar a quién.

Una vez Mine dejó de luchar, el mánager la guió en dirección a las bancas situadas en un elegante pasillo que se oponía a la recepción, alejándola de las miradas curiosas y de la señorita Millaray. Un silencio se coló entre ambos poco antes de que Edgar soltase una repentina carcajada. Mine se volvió hacia él con expresión ausente; su juicio no se encontraba lo suficientemente estable como para preocuparse o extrañarse por su comportamiento ni por las consecuencias del mismo. Sin más, relajó sus músculos y esbozó una sonrisa pequeña, casi inexistente.

Fue entonces cuando Zinnia interceptó entre ambos lo que generó que la mirada de Mine se enturbiara, pero en esta ocasión se limitó a observar en silencio. La mujer lucía tranquila, hablaba con sinceridad a pesar de la evidente tensión, parecía que ni sus feroces manos habían conseguido arrebatarle ese aire lleno de belleza y distinción, lo transmitía incluso sin tener una apariencia impecable. Le escuchó con atención pero sin expresar mayor gratitud mientras distinguía en el suelo los largos mechones de fino cabello desparramados a lo largo del pasillo, en cuyo otro extremo se conglomeraba una considerable cantidad de músicos, compositores, entre otros, todos ellos observando la escena. El rumor de sus comentarios había alcanzado sus sensibles oídos, crispando sus inestables emociones. Sabía que de una u otra forma él acabaría enterándose...

Mine abandonó el asiento de golpe, observando a la heredera de los Millaray con un dejo de superioridad, aún cuando secretamente admiraba la actitud que había asumido en esa situación. Es algo que yo nunca podría hacer... se recordó, envidiosa. Era gracioso pensar que las familias de ambas contaban con prestigios similares pues le consideraba muy opuesta a sí.

– No necesito de su compasión... – respondió de forma seca, haciendo caso omiso a sus buenas intenciones. El problema no era ella, el problema nunca fue ella. – Ya estoy bien, vamos – anunció, volviéndose a Edgar con autoridad. – Con permiso – sentenció con firmeza, dando la espalda a ambos y marchando en dirección a la salida.

Las miradas desaprobatorias, los cuchicheos, incluso el sonido de una que otra cámara fotográfica, todo le parecía soportable. El verdadero desafío era cargar consigo misma.

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