♪...Just tonight...♪ (+18)

- Venga, déjame sacar las llaves de mi habitación – dijo con diversión a su acompañante, usando el brazo que tenía libre para meterlo en el bolsillo trasero de su pantalón (del lado donde estaba Yuki, una vista bastante cómica a decir verdad) para sacar un par de llaves que tenían colgando un logo de los Scream Queens. Introdujo la llave en la cerradura, y antes de entrar, se dirigió a su acompañante – Que no te extrañe que hayan un par de cosas revueltas o que Keila esté en el techo, no sé qué manía tan insistente tiene de querer que la sangre le suba al cerebro.

«Pero por favor, que no esté Keila colgando del ventilador de techo» pensó con irritación, empujando la puerta y percatándose de la falta de presencia de sus compañeros de banda.

- Aunque, obviamente, esto sigue siendo un total desastre. –pensó en voz alta, adelantándose del pequeño revoltijo de ropa y chatarra que estaban regados por el suelo de la salita para llegar hasta el refrigerador.

Su apartamento, a pesar de ser un poco pequeño para un sitio donde habitaban cuatro personas (mejor dicho: Dos vampiros, un fantasma y un humano), se veía bastante acogedor. Omitiendo el desastre de la salita que tenían, la habitación del hotel mostraba ser bastante práctica: La mini-salita ya bastante mencionada, una pequeña cocina que se conectaba con la sala y al menos cuatro puertas que daban a baño, 2 habitaciones (uno para los chicos y uno para las chicas) y otra que daba a un pequeño armario. La habitación en sí era grande, aunque no lo crean, sólo que habían tantas cosas (amplificadores, ropa tirada, muebles en un mal lugar, el piano de Guy…) que lo hacían ver bastante pequeño.

- Al parecer el trío dinámico se fue al Karaoke, Bongo quería recordar lo bien que le fue en los 80 – dijo en voz alta hacia su compañera con un papelito en mano en la que estaba la pésima caligrafía de Keila – Sólo espero que no se le ocurra llevar las botas rojas… – miró de reojo una esquina de la cocina – Sep… se las llevó. – soltó un suspiro, volviéndose a donde había dejado a la muchacha.

No le dijo nada al principio, se le quedó mirando con la notita en mano antes de arrugar el papel y tirarlo a la basura. Le dedicó una sonrisa ladina, acto seguido, sólo se puso a recoger el desastre de ropa que estaba allí para lanzarla toda a una cesta de ropa por lavar «A ver hoy es sábado… impar. Demonios, me toca lavar a mí. ¡Odio los sábados impar! Me gustaría que Guy se encargara de estas cosas todos los fines de semana. Qué detestable es ser “la mamá” de ese montón de críos.»

- Y bien, lindura. ¿Qué quieres hacer? – suspiró, echándose al sofá mientras montaña los pies sobre la mesa.

Con un gesto de su mano y la cabeza abajo hizo como si le diera “la bendición” de quitarse los zapatos. Ella hizo lo mismo, pero no con la misma delicadeza: Empujó un pie con el otro hasta que por fin salierno sus zapatos, cosa que fue un gran reto considerando lo largas que eran sus botas. Eso quizás resaltaba un poco el poco interés que tenía Marcy por el dinero. Lanzó sus botas a un lado dejándose los pies descalzos, estirando los brazos y piernas antes de echarse en el sofá como cuando estaban en la taberna/agujero para gente que se cree metalera de hace rato.

- No suelo quedarme sola, siempre está alguno de los muchachos aquí. – respondió a secas, mirando la habitación como si esperara a que al menos Bongo pasara a través de las paredes – Pero en momentos así yo solo me doy un baño, juego a lanzar papeles al basurero, finjo dormir… Ah, y escribo canciones, pero eso no es que sea muy interesante. –agitó su mano como si espantara una mosca, levantándose del sofá con otro estirón – Hablando de baños, me voy a echar uno.

De no haber sido por su vieja costumbre de flotar por encima de todo mueble que se le cruce para cortar camino (en este caso, la mesa), se le habría olvidado totalmente el hecho de que sabía flotar. Soltó un suspiro bastante perezoso antes de detenerse en la puerta de la ducha, donde se volteó en dirección a su acompañante.

- Puedes entrar cuando quieras~ – y le dedicó otro de sus muchos guiños sugestivos antes de entrar y cerrar la puerta.

En cuestión de minutos ya estaba afuera, envuelta en varias toallas. Flotó en dirección a lo que sería su cuarto y mantuvo la puerta entreabierta, buscando su pijama sin mucha demora antes de volver a la habitación con una bata azul como pijama.

- Muuuucho mejor~ – dijo, volviéndose a echar al sofá y recostándose del hombro de Yuki – ¿Me extrañaste? – le mostró una sonrisa de oreja a oreja mientras le hacía las pestañitas, antes de arruinar esa apariencia “adorable” por una sonrisa algo siniestra con sus colmillos más largos asomándose entre sus labios.

- “Vaaaaaya con Dios”~ – echó a reír con su comentario, haciendo el mismo gesto con la mano de cuando le invitó a sentarse al sofá – El baño es ése que da a la derecha, pero igual ya debes de haberte dado cuenta por verme salir en toallas – dijo con su tono divertido, viendo como la muchacha se iba a toda pastilla de la escena.

¿Se habrá asustado de verdad? Se preguntó, no es como si antes no hubiera pasado espantos mayores con ella. Es decir: El acto pirómano en el parque, la desfiguración de su rostro como si fuera a comérsela en el salón, las infinidades de veces que le lanzaba puntas... Hay una larga lista con esta muchacha y pocas las que se pueden pasar por alto. Se cruzó de brazos y piernas mientras que la esperaba sin dársele de apresurada, el tiempo no es algo que le importase en realidad. Bostezó con semejante pensamiento tan aburrido y se levantó de su asiento, dirigiéndose hasta la puerta para tocarla como si de repente le hubiese dado por respetar la intimidad de la azabache.

- Como dudo mucho que quieras separarte de mí al estar tan sensualmente vestida en mi peor pijama – dijo, con un reluciente tono sarcástico en su voz – , te buscaré algo de ropa para que puedas echarte a dormir. – y sin más fue hasta la habitación de los chicos.

Muy bien podría ser que le quedase alguna ropa de Marceline a la chiquilla, pero su cuerpo era más o menos parecido al de Guy (hablando de espalda y cosas así), no esperaba a que su compañero se molestara porque le prestara una camisa o algo a su acompañante. Así pues, rebuscó un poco en el maletín de la ropa de Guy como si fuera el suyo, tirando las prendas que no consideraba apropiadas.

«¿Qué clase de obsesión tiene Guy por las camisas blancas? Tiene como seis» pensó, encontrando una exactamente igual a las anteriores pero que podría servirle «Esto me da miedo, pareciera que Guy usara ropa de mujer…» miró a ambas direcciones, creyendo que alguien podría pillarle. La chica se acercó hasta la prenda para mirar la talla de camisa, y… «OH DIOS MÍO, SÍ USA ROPA DE MUJER» rompió a reír, pero se tapó la boca para que no se escucharan sus carcajadas.

Volvió hasta la puerta del baño y abrió cual Pedro por su casa, pero sólo asomó su brazo con una playera blanca de Guy y un pantalón corto suyo y lo dejó en un tubo que usaban para colgar los paños, ni siquiera se molestó en asomarse para volver a cerrar la puerta y hablarle desde afuera.

- Ooook lindura, ahí tienes tu pijama~ Avísame cuando estés lista, yo iré a mi habitación a organizar el desastre de Keila. Quiero verte modelando esos shorts cortos cuando salgas – dijo en voz alta, sonriendo burlesca. Después de eso y como había dicho, se metió a su habitación.

Una camisa por aquí, un zapato por allá, la pareja del zapato por acá… ¡Qué molestia tener que hacer eso casi todas las noches! Oh si, después de un arduo trabajo explorando los alrededores, tratando de ver cómo conseguía un concierto por su misma cuenta (porque de ninguna manera iba a admitir que necesitaba a esa ridícula pelirrosada para poder conseguir un lugar dónde tocar) era fastidioso tener que llegar de criada también a acomodar el apartamento. Si no hubiese comprobado con los años que Guy tenía sentido común, habría jurado que su trío de idiotas eran… pues, idiotas. Definitivamente va a tener que establecer un mejor horario además del lavado de ropa los fines de semana.

Cuando finalmente parecía haber arreglado el desorden (lo dejó todo hecho un ovillo en una esquina detrás de la puerta, así no se veía tan feo), la azabache dio a tocar su puerta. Marceline ya se había incorporado perezosamente en su cama, quitándose el “sudor” que recorría su frente. La vista le sacó una sonrisa divertida, haciendo que uno de sus colmillos se asomara por entre sus labios.

- De eso estaba hablando – respondió, subiendo y bajando las cejas en un gesto ya bien conocido de ella.

Dio un par de golpecitos al colchón para que se sentara con ella, invitándola al colchón. Luego, se estiró perezosamente y estiró las piernas, quedando medio sentada y medio acostada en su cama (tal cual como las veces anteriores en el sofá, pero esto es más cómodo porque… ¡Un colchón, señores!).

- Por lo general duermo flotando, pero a Keila le gusta dormir como las personas normales así que compramos éste colchón. Claro pues, siempre termina amaneciendo en el piso. – explicó sin más, como si la chica se lo hubiese preguntado – ¿Tienes pensado algo para nosotras, lindura? Hay comida chatarra, comida saludable, televisión, películas, instrumentos… Aunque no me siento inspirada para tomar mis bajos y están guardados, así que descartaré esa – le rodeó con un brazo para atraerla hacia ella, sonriéndole a medio lado.

Sus palabras, impresionantemente, consiguieron romperle esa burbujita de comentarios sarcásticos sobre todos los temas de conversación habidos y por haber que pasan por su boca. Le miró extrañada con una ceja arriba, apretando los labios.

- ¿“La otra Marcy con la que estuve esta tarde“? – preguntó como si no hubiese escuchado bien – ¿Es que conoces otra Marceline? ¡¿Me estás engañando?! – oh si, qué difícil era dejar el sarcasmo. Llevó su mano libre hasta la frente en un gesto dramático que sirvió para afianzar sus palabras, haciéndole ver como si estuviera sintiendo una terrible desgracia. – Lo siento, lindura, no sé a qué te refieres.

O quizás sí, pero no quería admitirlo. Se encogió de hombros y miró a otro lado, por supuesto que no tenía idea, la azabache a veces tenía unas descabelladas ideas que después y decía que Marceline era la loca. Otra Marceline en la tarde… pff, qué ridiculez.

Antes de sentir la mirada de su acompañante encima, la vampiro decidió volver a su pose dramática mientras encogía una pierna y dejaba la otra estirada, como si de repente se fuese a deslizar por el colchón y caer al suelo mientras que gritaba cosas sin sentido como “¡Mi vida carece de significado!” “Ya no me importa nada, ¡Me ahorcaré!” “¡Estoy gorda!” “¡Jackson tiró a la abuela por la ventana!”.

Tch, sandeces.

- Heeeey, ¿A dónde vas? ¿Vas a volver al baño? – dijo cuando se le separó, alzando los brazos sin entender el por qué la chica actuaba tan extraño.

Le miró con una ceja levantada al ver que se le acercaba de esa manera, y tal cual como si estuviera viendo una película o leyendo un libro, supo lo que iba a pasar a continuación. El acercamiento, sus manos, el sonido del corazón de la azabache palpitándole fuerte. No se movió de su sitio ni cuando había tenido contacto con sus labios, se limitó a corresponder sin mover brazos ni piernas como si de repente hubiese adaptado una posición seca o bastante seria. Había correspondido, eso sí, pero sus manos estaban muy ocupadas manteniéndose enganchadas en la sábana blanca de su colchón como para moverlas.

Una vez separadas, relamió sus labios disimuladamente y se mordió el inferior, mirando a la muchacha frente a ella con la misma fijeza en sus ojos. El silencio que se produjo entre ellas fue sepulcral, hasta que una carcajada interna de Marceline rompió el ambiente de tensión (que se podía ver en el aire revoloteando por ahí) con una sonrisa ladina.

- Si sólo querías que te besara, no tenías por qué hacer esperar tanto a tus hormonas, lindura. – dijo con una ceja levantada, llevándole un mechón de su cabello detrás de la oreja.

Tenía que admitir que sentía que algo no encajaba en aquella situación. Sus sospechas aumentaron el número cuando la muchacha le sonrió de aquella manera y le detuvo, consiguiendo que Marceline enarcara una ceja como si estuviese pensando en lo que su acompañante haría después. Así pues, verla de esa manera tan abierta le extrañó de sobremanera, incluso abrió un poco de más los ojos cuando fue atraída hacia su acompañante y se volvían a encontrar cara-a-cara, pero esta vez un poco más… ¿Íntimo?

Y boom, otro beso. Marceline se sintió súper confundida como si de repente hubiese despertado de algún sitio. ¿En qué momento había llegado a eso? Esperen… ¿Es que se perdió algo importante de la película? Correspondió a su gesto y miró de reojo como ponía las manos sobre su cadera, separándose momentáneamente de la japonesa como para hacer un break al asunto.

- Pues… me di cuenta. – dijo, sin poder terminar puesto que ya estaba volviendo a ser besada por la azabache – Sé que tienes alucinaciones mías en ropa interior. Puedo leer las mentes. Eso está muy mal, lindura, mal mal. – obviamente aquello era un chiste, ni siquiera podía leer las mentes como bien había dicho, pero tenía que admitir que esto le estaba empezando a gustar.

Ahora fue ella quien se le acercó para robarle un beso, y como la chica ya estaba muy ocupada con sus caderas, la vampiro decidió entonces rodear el delicado cuello de la muchacha con sus brazos, atrayéndose entre sí mientras que jugueteaba con sus dedos entre la nuca y el cuello, descendiendo hasta los hombros y parte de la espalda.

Vamos, esto es un juego al que Marceline le gustaba jugar de a dos… O tres… O cuatro…