Garritas (L)

Ya eran las cuatro de la tarde del sábado, y Margot seguía en pijama y pantuflas, con el cabello recogido en una alta coleta, hundida en su sofá viendo una película mientras engullía helado como una solterona. No es que aquello la hiciera feliz, en realidad hubiera preferido contar con amigas con las cuales salir de paseo, fuera el día era precioso pues el otoño estaba dando paso a los albores de la primavera, y en su trayecto hacia el trabajo podía oler el delicioso aroma fresco de los árboles en flor. Sin embargo no tenía el valor para ir de paseo sola. Aún sentía cierto temor tras haberse perdido en los primeros días de su estadía en aquella inmensa ciudad, y no esperaba contar dos veces con la suerte de que alguien la salvara. Su vida durante esos dos meses desde su llegada se había limitado a ser el trabajo, y aquello no parecía que fuera a cambiar a menos que ella hiciera algo para que ocurriera. En el trabajo no había conseguido llevarse especialmente bien con nadie, era la "chica de los recados" a las que todos quieren cerca al momento de necesitar algo, pero que no debe quitarles tiempo valioso de trabajo. Nunca la invitaban cuando salían en grupo, pese a que ella se enteraba al escuchar algunas conversaciones a la hora del almuerzo. No podía culparlas, su carácter tímido le había impedido ser demasiado sociable con sus compañeras, que  prácticamente no la tomaban en cuenta. Los fines de semana, pese a ser días de descanso, eran asfixiantemente aburridos para la joven, quien en general rentaba unas cuantas películas que la ayudaran a pasar las horas.

Frustrada y con cierta molestia a causa de la patética imagen que estaba dando de si misma hundió con fuerza la cuchara en el fondo del recipiente de helado, ya estaba completamente vacío asi que se levantó para tirarlo en la basura. No tenía apetito, pero se obligaba a respetar las cuatro comidas siempre que podía pues le gustaba alimentarse de modo saludable y respetar sus rutinas de ejercicio. Abrió la nevera mientras meditaba respecto a que prepararía para esa noche, se le antojaba una tarta de zapallitos pero no le quedaba casi ninguno. Ir hasta la verdulería parecía una buena excusa para al menos salir a tomar algo de aire freso y disfrutar de los rayos del sol de la tarde. Sin prisa tomó una ducha y se puso ropa limpia luego de secarse el cabello y dejarlo suelto sobre sus hombros. Optó por un mono con short corto, de jean, cómodo y sencillo. No se arregló más de la cuenta pues sus planes sólo eran ir y volver deprisa, y la verdulería en la que usualmente compraba quedaba a sólo seis cuadras. Bajó a buen ritmo las escaleras hasta llegar a la planta baja y pronto se puso en camino, disfrutando de la caminata, su barrio era tranquilo pero a medida que se acercaba al centro la cantidad de gente comenzó a aumentar, era lógico pues era un día bellísimo para aprovechar al aire libre. De todos modos no se distrajo, concentrándose en su misión de comprar las verduras necesarias parea su tarta, muy pronto llegó a destino. No demoró mucho dentro, pero para cuando salió del local cargando con la bolsa con verduras se sorprendió al descubrir que unas pesadas nubes negra habían ocultado el cielo, que amenazaba con una tormenta. Caminó a prisa, recorriendo la mitad del tramo que la separaba hasta su casa, bordeando el parque a modo de atajo, pero no fue suficiente y la lluvia la sorprendió a medio camino obligándola a correr más deprisa, como si de ese modo el agua no fuera a alcanzarla.

Un sonido la hizo detenerse de golpe, casi resbalando por la acera mojada. Se detuvo, estática en medio de la vereda que lindaba con el parque ya desierto, y se concentró esperando que aquel sonido familiar se repitiera. Esperó, pensando que aquello había sido producto de su imaginación, el sonido de las gotas repiqueteando contra el pavimento bien pudo haberla engañado, sin embargo el maullido resonó de nuevo, suave, casi inaudible. Los ojos verdes de la chica se dispararon en todas las direcciones, francamente no podía ver mucho, pues sus gafas estaban empapadas sin embargo se guió por la dirección del sonido hasta dar con un árbol alto que la protegió del temporal y le permitió limpiar el agua en sus lentes para así poder alzar la vista a la copa. En una de las ramas intermedias localizó una bola de pelos negra, empapada y aterrorizada. Era un gatito pequeño, que probablemente no superaba los 60 días de vida, tenía los ojos cerrados, y estaba hecho un ovillo, aferrándose con todas sus fuerzas a la rama enclenque que se balanceaba peligrosamente consecuencia del viento. ¡Necesitaba ayudarlo! Aquel pobre minino quizás no podría sobrevivir sólo  tan terrible tormenta, sin embargo no tenía idea de como llegaría hasta allá arriba. Con cierta desesperación miró alrededor, en busca de cualquiera que pudiera tenderle una mano. Quizás entre dos personas si lo conseguirían, si alguien era capaz de sostenerla para llegar a las ramas bajas podría escalar hasta un poco más arriba para atraparlo. Claro que, con la lluvia, el sitio había quedado prácticamente desierto. Comenzaba a pensar que tendría que intentarlo por su cuenta cuando una figura apareció al otro lado de la calle, a pocos metros de donde ella se encontraba. Sin pensarlo corrió hasta esa persona, tomándola por sorpresa al tomarse de su brazo para obligarse a detenerse. -¡Espere!-exclamó sin tomar en cuenta que su aspecto debía ser algo aterrador, con la ropa completamente empapada, y el cabello revuelto por el viento y el agua. No podía distinguir el rostro del extraño, siquiera si era hombre o mujer, sus gafas habían vuelto a mojarse y no conseguía distinguir nada.

Sábado en la tarde y me encontraba teniendo un día más "humano" recorriendo la ciudad. ¡Glass City sí que era una ciudad hermosa! Traía puestos pantaloncillos de mezclilla negros, zapatos, una camisa azul, y una chaqueta negra -En las noticias del clima indicaban probabilidad de lluvia- Bueno, como si en realidad a alguien como yo le molestara mojarse, aparte, amo la lluvia.
Fue cuestión de tiempo hasta que el cielo se empezó a tornarse oscuro, indicando que serían más que pequeñas gotas de agua. -Bueno, parece que tendré que considerar mis alas como paraguas- Ese iba a ser mi último recurso, claro.
Apresuré mi paso y di vuelta en la plaza, por la lluvia no habría gente y podría usar el vuelo si lo requería. En eso, alguien parecía detener mi camino, la voz de quien me hablaba parecía preocupada. Voltee a ver y vi una chica de cabello negro, que pedía ayuda con respecto a algo.
-¿Qué pasa?- Le pregunté mientras me sacaba la chaqueta y se la colocaba.
Me indicó que había un pequeño gato en el árbol. -¡No hay problema! Lo bajaré, quédese aquí para vigilar que no se caiga- Le indiqué mientras yo me iba del otro lado del árbol para subir sin tener que delatarme.
Saqué mis alas y di un gran salto para llegar rápido a la copa del árbol. Luego me moví hasta que vi al pequeño animal aferrándose a la rama. -¡Bien amiguito!...¡Te tengo!- Lo logré tomar con una mano. Luego me acomodé, me sostuve de una rama más gruesa y me dejé caer al suelo cayendo sobre mis pies y cuidando al gato con mis brazos.
-¡Aquí está!- No vi rastros de su madre en ningún lugar.

¡Gracias a Dios había encontrado a alguien dispuesto a ayudar! Por su voz pudo deducir que se trataba de un joven, aunque no pudo observarlo mejor hasta que la frondosa copa del árbol los protegió un poco del agua dándole la oportunidad de limpiar sus gafas y descubrir sus facciones. Siguiendo sus indicaciones se quedó de pie del otro lado del roble, buscando al pequeño animal que lucía cansado de luchar contra las fuertes ráfagas de viento frío. El joven subió con una increíble habilidad, llegando muy pronto a la cima y consiguiendo rescatar al felino que chillaba inquieto entre sus brazos. Utilizó la chaqueta que anteriormente le había dado para cubrir al gatito y secarlo un poco, sollozaba bajito y apenas entrecerraba sus ojos verdes. Su pelaje era largo y completamente negro, era tan sólo un bebe, sin embargo no había rastros de su madre. Acarició su cabeza y debajo de su cuello, Margy había tenido una gata que la había acompañado durante toda su infancia y buena parte de su adolescencia, adoraba a aquel animal que murió de ancianidad, próximo a su decimoquinto cumpleaños. Luego de aquello no había querido adoptar otra mascota, sin embargo aquel pequín que había llegado a su vida casi por casualidad estaba haciendo que se replanteara la idea. Sería una buena compañía ahora que vivía sola, la esperaría cada noche ansioso por jugar con ella y ver un poco de televisión antes de irse a la cama.

Además no podría abandonarlo ahora que lo habían rescatado, sin dudas se iba con ella. Besó suavemente su cabecita peluda y húmeda antes de mirar al joven rubio que seguía de pie frente a ella, como un buen caballero al rescate de la damisela en peligro. -Gracias-mencionó con una sonrisa, acunando al animalito entre sus brazos que de a parecía calmarse gracias a su calor corporal. Ambos estaban empapados, y ella había comenzado a sentir un pequeño temblor recorrer su cuerpo debido al viento fresco, de todos modos aquello no menguaba su ánimo alegre, pues acababa de conocer a quien sería su nuevo amigo. Aquel ser peludo que ahora descansaba entre sus brazos sería su fuente de energía y alegría cada día. -¿Conoces alguna veterinaria por aquí cerca?-cuestionó mientras se llevaba un mechón de cabello rebelde hacia atrás, deseaba que lo controlaran para asegurarse de que estuviera sano, además necesitaba comprarle alimento y un baño. Ojala el chico pudiera darle algunas indicaciones.

Sentí un alivio al ver que el pequeño estaba en buenas manos. Al parecer había aceptado a la chica en cuestión de segundo...Era de esperarse, muchos animales suelen detectar la bondad y confianza en algunas personas -¡De nada! Me alegra haber decidido a conocer la ciudad hoy, sino, el pequeño estaría allá arriba aun- No sólo me gustaba ayudar a la personas, sino también otros tipos de seres indefensos. Me hacía sentir bien.
-Una veterinaria...- Me cuestioné si de pura casualidad no había visto una de pura casualidad. -¡Espere aquí!- Fui rápido rápido a una de las salidas del parque para volver a tomar vuelo y tratar de divisar un veterinario sin que ella me viera. Aun no había nada de qué preocuparse, el pequeño estaba a tiempo de ser atendido tiempo, si resultaba que la veterinaria estaba lejos...tendría que considerar romper mi regla de oro: "No te demuestres como ángel"
-¡Allá!- Logré divisar una a unas cuantas calles. Me volví al suelo y corrí hacia la chica para avisarle. -Me avisaron que a unas calles hay una. Por suerte tenemos tiempo para que sea atendido- El pequeño parecía estar a salvo, pero también la chica necesitaba buscar refugio si no quería pescar un resfriado. -¡Vamos!- La tomé de una mano mientras me aseguraba que con la otra tuviera seguro al pequeño para así correr y llegar más rápido.

Era una suerte que el árbol fuera frondoso, conseguía protegerlos bastante bien de la espesa lluvia que no se cansaba de estropear aquel bello día soleado. El felino había tenido suerte al cruzarse en el camino de la joven amante de los gatos, adoraba a esas bolas de pelos, aunque era la primera vez que se planteaba realmente adoptar uno. ¿Requerirían muchos cuidados? ¿Estaría bien si estaba sólo todo el día en el apartamento? Tenía muchas preguntas que consultar con el veterinario, además del examen general que planeaba realizarle al animalito para asegurase de que estuviera completamente sano. Al sentirlo ronronear entre sus brazos no pudo evitar bajar sus ojos a él y sonreír encantada, ese pequeño milagro que dormía cómodo alegraría sus días nublados. Aquel joven rubio era muy hábil había escalado aquel árbol alto sin dificultados y en un tiempo record, algo que generaba admiración en ella que desde pequeña había amado los deportes pese a su torpeza natural. Asintió ante sus animadas palabras, al igual que ella no parecía preocupado porque sus ropas estuvieran empapadas, el hecho de haber ayudado al gatito parecía ser suficiente recompensa. Le sorprendió verlo partir tan pronto, sin entender del todo cual era su objetivo, pero esperando obedientemente en ese lugar mientras acariciaba el pelaje negro del animal. ¿Que nombre le pondría?

El rubio regresó enseguida, en un tiempo record, dispuesto a acompañarla hasta una veterinaria cercana donde podrían hacer una revisión de su nueva mascota. Permitió que la tomara de la mano, aunque aquel contacto se sintió extraño, no tenía tiempo de pensar mal de él, parecía sin dudas una persona amable y desinteresada así que lo siguió sin dudar. Juntos recorrieron varias calles al trote, bajo la lluvia que ya no era tan fuerte, pero no dejaba de empapar su vestuario. Procuraba contener al pequeño entre sus brazos, tratando de protegerlo del agua pues sabía que a los gatos les desagradaba. Él se aferraba con sus garritas a su ropa, acurrucándose contra su vientre para intentar conservar el calor de su cuerpecito peludo. Al llegar el sitio estaba vacío por lo que no demoraron en atenderlos, se trataba de una mujer de mediana edad de cabello rubio y amarrado en un moño alto. Su delantal daba cuenta de su especialidad, y no dudó en hacerlos pasar apenas los vio al otro lado de la puerta vidriada. Indicó que colocaran al gatito sobre una mesa metálica donde procedió a revisarlo, palpando su vientre, sus patas, revisando su dentadura y sus ojos con una luz potente. Mientras lo hacía, la periodista relató donde y cómo lo habían encontrado. -Parecía asustado...-mencionó recordando sus maullidos de auxilio que habían llamado inicialmente su atención. -Probablemente no tenga más de 45 días... es pequeño para cuidarse por su cuenta, es extraño que este separado de su madre...-la veterinaria tomó algo de comida y se la ofreció al pequeño que tras olerla devoró con buen apetito. -Esta saludable, aunque necesita descanso y buena alimentación.-observó a ambos, posiblemente pensando que se trataba de una pareja. -¿Ustedes lo adoptaran?-una sonrisa divertida se dibujo en los labios de la mujer, haciendo sonrojar a Margot. -¡No! Eh...Quiero decir, yo pensaba cuidar de él-miró dudando al chico, por si él también lo había considerado.

La lluvia parecía bajar el ritmo, pero en realidad eso no me interesaba. Lo importante era llegar y asegurarse que el pequeño estuviera bien. Probablemente estaba preocupándome de más, pero arriesgar más la salud de él sólo por un descuido no era lo mío. Sí, a veces soy demasiado precavido.
Llegamos, y la veterinaria nos atendió con gusto. Fuimso a que viera al pequeño y me quedé esperando su diagnóstico como si estuviera en filas escuchando órdenes con ambas manos atrás de mí...costumbre. El diagnóstico parecía optimista. -Sí, al parecer se separó de su madre. La lluvia debió ser factor
La pregunta incómoda nos tomó de sorpresa a los dos. Negué con los brazos -No...recién la conocí a ella y al pequeño. ¡Fue suerte que decidiera salir a caminar hoy! Reí un poco y me dirigí a la chica -Como tú lo encontraste y al parecer te tomó cariño, lo justo es que te quedes con él. Miré al gatito como parecía dirigirse a ella. -¡Estará en buenas manos contigo!
Era probable que la veterinaria le tuviera que dar indicaciones a quien sería la nueva dueña del pequeño -Disculpe ¿tiene café? ¿Gustas?- Esperaba un sí y que la chica aceptara. Eso nos serviría para tratar de aminorar el frío por la lluvia

Margot asintió alegre ante su comentario, más que ilusionada con  adoptar a ese pequeño travieso que ahora se movía inquieto sobre la mesa examinadora, escapando de las manos de la doctora que terminaba con la revisión. Le recomendó algunas vitaminas y un alimento rico en proteínas para que engordara un poco y recuperar ala fuerza, evidentemente llevaba varios días perdidos y había perdido un poco de peso. De todos modos le aseguró que estaba muy sano, y con los cuidados necesarios pronto estaría muy fuerte. La amable mujer le indico al joven rubio que podía preparar algo de café en la cocina, mientras continuaba explicándole a la nueva dueña los cuidados que el animal requería. No era necesario bañarlo, pero si cortar sus uñas cada cierto tiempo y cepillar su cabello largo. Le dio un kit con todo lo necesario para él a un precio que se le antojó económico, y que incluyó la consulta médica. Pronto el chico regresó con un par de tazas de humeante café que la ayudó a entrar en calor, aun estaba empapada, sin embargo allí dentro estaba muy tibio, y la bebida caliente la ayudó a sentirse mejor. Dejó al felino en el suelo, pues ya estaba inquieto en sus brazos, permitiéndole curiosear el ambiente. -Pueden quedarse aquí hasta que pase la tormenta-ofreció la mujer de blanco mientras colocaba algo de alimento para que el gatito pudiera entretenerse. -Gracias-respondió la periodista mientras escurría su cabello, buscando quitarle el exceso de agua y se sacaba los zapatos, para que se secaran cerca del calefactor.

Se acomodó en una de las sillas de la sala de espera, cerca del calor que emanaba la estufa y la hacía sentir muy bien.-Lo llamaré Claw...-mencionó pensativa, observando como se acomodaba sobre algunas bolsas de alimento, cerca del calor de la estufa, para dormir hecho un ovillo peludo. Significaba garra en inglés, y le gustaba como sonaba, simple y corto. El pequeño había tenido suerte, juntos le habían salvado la vida. -¡Ah! No me presenté.-agregó de repente, avergonzada al notar su falta de modales, mientras se quitaba los lentes y los guardaba en su estuche correspondiente, frotándose un poco la vista cansada. -Soy Margot-agregó con una sonrisa, ofreciéndole la mano a modo de saludo formal, pues no era muy partidaria de los besos, le resultaba un saludo demasiado íntimo para una primera vez. Volvió su vista a Claw, que dormía feliz como si nada, ya completamente seco y muy tranquilo tras llenarse el estómago.

Fui hacia la cocina para preparar el café para ambos. En el rumbo hacia la cocina me sentía bien conmigo mismo, era el tipo de pequeños detalles que me sacaban una sonrisa: ayudé tanto a un pequeño ser vivo como a una persona que al parecer necesitaba compañía.
Tardé un poco en poder entender cómo funcionaba la cafetera. -Si mal no recuerdo...agua aquí, filtros aquí, luego café...- Al parecer todo estaba bien, fui por las tazas en lo que se terminaba de calentar el té. Aproveché un poco para tratar de sacar un poco mi camisa que era la que estaba más empapada con mis manos, pero tratando de tener el más cuidado posible, no quería quemarla...otra vez. -Bueno, húmeda aun, pero ya está mejor- En eso, el café ya parecía estar listo ¡No es maravillosa la tecnología!
Le di la tasa a la chica y luego probé la mía, ¡Menos mal que me había quedado bien! En eso pasé a sentarme en lo que la lluvia pasaba. Vi al gato caminar hasta que decidió acurrucarse a dormir cerca de la calefacción -¡Parece que nuestro pequeño tuvo suficientes emociones por un día!- Bromee un poco en lo que la chica se sentaba y veía a su nuevo compañero.
-¡Mucho gusto, Margo! ¡Soy Julius!- Me presenté aceptando el cortés saludo de manos que es muy común en esta época. -Entonces...¿Claw, eh? Lindo nombre para él

Sostenía la taza entre sus manos, usando la cerámica caliente para darle calor a su piel que ya se había secado. La bebida sabía un poco amarga, pero de todos modos era buena para quitarle el frío. Que el felino estuviera sano y salvo era un gran alivios, sin embargo le preocupaba un poco ser capaz de cuidarlo, era la primera vez que vivía sola y ahora tenía la enorme responsabilidad de cuidar de ese pequeñito. -Espero que resista el estar sólo durante el día..-mencionó una de sus preocupaciones en voz alta, mientras lo observaba dormir tan tranquilo, seguramente agotado luego de todas las emociones. La verdad es que partía a la oficina temprano en la mañana, y nunca llegaba antes de las ocho. Tenía entendido que los felinos toleraban bien la ausencia de sus amos, sin embargo era tan pequeño aún que se sentiría culpable dejándolo sólo durante tantas horas. Dio otro trago a la bebida caliente y dejó el recipiente vacío sobre la mesa para luego volver su mirada hacia la calle. El aguacero comenzaba a menguar, la espesa cortina de agua se había convertido en una llovizna leve que pronto se detuvo del todo. El cielo permaneció nublado, sin atisbos del sol, pero al menos parecía que lo peor ya había pasado. Contenta por poder regresar a casa y cambiarse la ropa húmeda se puso de pie, recogiendo su cartera y luego al minino que se quejo entre maullidos por ser despertado de su siesta. -Gracias por tu ayuda Julius, realmente no habría conseguido bajarlo de allí sin ti-mencionó con una sonrisa, mientras acariciaba la cabeza oscura del animalito que se acomodaba entre sus brazos listo para el viaje.

Tomó las tazas sucias y las llevó a la cocina, despidiéndose también de la veterinaria y agradeciéndole por su buen trabajo. -Debes traerlo en unas semanas para sus vacunas, no lo olvides.-mencionó la mujer de blanco como indicación antes de despedirse de ambos. Se detuvo frente al local, para poder despedirse también del amable joven que la había ayudado en un momento en que nadie mas deseaba detenerse, realmente debía tener un buen corazón. -Espero nos veamos otra vez-comentó, esperando que realmente tal cosa pudiera ocurrir en un futuro cercano. -Despídete, Claw.-agregó esperando que acariciara al felino antes de marchar a casa, ¡Aún debía lidiar con la cena y ya estaba oscureciendo!

Me quedé disfrutando del café con ambas manos en la taza para también calentarlas, así que no tenía que gastar energía en tener que calentarme.
Escuché las preocupaciones de Margot sobre dejarlo solo, pero el felino podrá estar solo un tiempo. El único problema sería que haga un desastre cuando no esté. -¡Verás que estará bien! Si tiene con que entretenerse no habrá tanto problema- Observé al pequeñín después de comentarle esto. -Tal vez no pasa de que ande maullando toda la mañana cuando te vayas- Total, ahora el felino vería a la chica como su madre ahora.
Margot me agradeció, pero sólo le contesté modestamente con una sonrisa. -Ah, no tienes que agradecérmelo, me gusta hacer buenas acciones de vez en cuando. Agradezco estar pasando por ahí cuando eso ocurrió- A veces me sorprendía mi suerte.
La hora de irse de la veterinaria había acabado y por suerte la lluvia ya parecía estar más ligera. Nos fuimos a la salida, no sin antes despedirse de la veterinaria. Margot mencionó lo de vernos otra vez, sería bueno, se ve una persona agradable, además siempre es bueno conocer a alguien nuevo...y más con esta pérdida de memoria por la que estoy pasando. -¡Claro! La verdad soy nuevo en la ciudad. Sería bueno, no sé, ir a comer algún día...- Sí, estoy consciente que se podía malinterpretar eso, pero confiaba en que no me lo tomaría a mal. -Aparte que me gustaría ver al pequeñín de nuevo. Por supuesto, cuando tenga tiempo libre- Al fin ya cabo las agendas tenían que coincidir.
Acaricié al felino. -¡Hasta luego pequeño, no le causes problemas a tu nueva madre! ¿De acuerdo? Claw pareció maullarme como si me hubiera entendido.