{L} Boom boom on the moon~ ♪

De noche, mucha gente a su alrededor, luces brillantes como si aquello fuera una réplica de las Vegas, y la imaginación suficiente para mentalizarse una música de fondo que iba rítima con sus pasos a medida de que la gente le abría paso para que caminara. La muchacha iba con una típica actitud bien vista de "chica mala" que muchos preferían no cuestionar, sobre todo con es cara entre aburrimiento y narcisismo que les decía a todos "no me toques, no me mires, no respires sobre mí" o los dos largos colmillos blancos que sobresalían peligrosamente de sus labios, como si amenazaran con morderte el cuello en cualquier momento.

¿Que por qué Marceline iba tan sola esa noche, penas cumplido su cuarto día en Glass City? Si, la muchacha tenía bien contadas las horas que se la pasaba en esa nueva ciudad. Incluso tenía una lista de "cosas por hacer" que tachaba cada vez que cumplía con algún objetivo grotesco que llamaría rápidamente la atención de la gente a su alrededor, como el atentado contra un bonito árbol de cerezos en el jardín japonés o lo que había pasado durante la tarde y la noche de ese mismo día. Claro que nunca supieron que ella y su otra compañera vampiro, Keila, eran las causantes de esa locua (aunque sí del atentado de ancianas con gusanos), pero no es que se haya salvado tan limpiamente como aquella ocasión cuando empezó a levantar sospechas luego de una misteriosa visita en el hospital horas después y quién-sabe-qué cosas locas pudo haber ocasionado en algún rincón de la ciudad en esa noche, es un cuento que les diremos después.

En fin, volvamos al presente: La vampiro caminaba con el entrecejo fruncido y el típico bamboleo provocativo de las caderas, haciendo que fácilmente la gente le abriera paso al saber que no quería ningún tipo de interrupción durante su caminata a quién-sabe-dónde, que aparentemente nadie fue a sospechar hasta que la joven de larguísima melena fue a doblar a una esquina y se metió en una puerta que brilló bajo la luz de un letrero brillante de neón que tenía el dibujo de un micrófono y decía "¡Karaoke!" con letras cursivas.

Apenas entrar allí, sintió el calor del sudor y los gritos de una multitud. Avanzó como pudo entre un estrecho pasillo desde la puerta hasta ver que habían muchas personas en una misma sala, en su mayoría población femenina, que saltaban, bebían, hablaban, un poco de todo. Más adelante, había un escenario con un dúo (un muchacho de cabello verde y pelo largo y una chica de ojos ámbar de trenza y flequillo púrpura) estaba cantando en el escenario, siguiendo la letra de una canción que aparecía en pantalla. Una vez que terminaron, hicieron una reverencia y su público gritó más fuerte. La presentadora también los felicitó con aplausos mientras bajaban del escenario.

Una pequeña chispa de recuerdos pasó por Marceline, era lo mismo que siempre pasaba cuando daba un concierto: Una multitud adorándola desde el principio hasta el final. Como no, era la Reina Vampiro, o así era su nombre artístico. La presentadora (muy guapa por cierto con su cabello rosado y ojos brillantes del mismo color, que vestía un vestido corto de blanco con encajes) saludó de nuevo a la gente debajo del pequeño escenario y gritando sobre el micrófono preguntó quién sería el valiente que subiera ahora a cantar. Marceline se abrió pasó entre las chicas que no dejaban de gritar y los novios avergonzados y levantó su mano, viendo que la joven le invitaba a subir el escenario ofreciéndole una mano.

- ¡Bienvenida! - dijo la muchacha una vez que la vampiro se encontrara a su lado - ¿Quién será el otro valiente que quiera subir con esta linda muchacha? - preguntó la presentadora, señalando a Mareline que, a juzgar por su reacción luego de que le guiñase un ojo, se dio cuenta que la presentadora parecía tener cierto gusto particular por estar rodeada de féminas.

Clothes:

No tardó en subirse al escenario un muchacho, que Marceline no vio sino hasta que estaba justo a su lado. Abrió los ojos de golpe, sonriente de oreja a oreja, ¡Se veía tan adorable! No debe de tener más de 11 años. ¿Dónde estarían sus padres? ¿Será cosa de que está perdido y pedirá permiso para tomar el micrófono y el buscarlos? Qué va, nada de eso, cuando le escuchó con esa voz juguetona que solía usar cuando quería coquetear, sintió unas enormes ganas de reírse a carcajadas, pero se contuvo y sólo le devolvió una sonrisa acolmillada.

La presentadora le cedió un micrófono y se mantuvo paciente mientras el muchacho hacía su debut, ¡Había que admitirlo, el chico cantaba! Bueno, casi toda la gente aquí lo hacía, o pintaba, o bailaba, o actuaba, cosas así, un poquito de todo. Pero el chico lo hacía bastante bien. Cuando le había dejado tener sus segundos de gloria, la vampiro se le incorporó con un suave golpecito de caderas y le rodeó los hombros con un brazo, atrayéndolo contra sí para cantar cara-a-cara, aprovechando la ocasión para devolverle el guiño al muchacho e ir por las últimas palabras de la canción, en la que fue flotando para elevarse por encima de sus cabezas y que el instrumental hiciera lo suyo para el final.

Aterrizó con un pequeño brinco, la gente alrededor del escenario aplaudió por el espectáculo y la muchacha hizo una reverencia, no sin antes volver a aferrarse de su compañero de karaoke y abrazarlo fuertemente, que para muchos fue polémico considerando lo pequeño que se mostraba el pelimorado. Divertida por el escándalo, Marceline (como para rematar) le plantó un beso en la mejilla, y estiró fuertemente la misma como todo pack “cariñoso” de su parte.

La presentadora siguió aplaudiendo y pidió que bajaran sólo un segundo para un pequeño descanso. La vampiro se llevó arrastrando a su compañero (todavía le abrazaba de la misma manera de antes) hasta la barra de bebidas, donde le invitó a sentarse mientras ella se recostaba de la barra, acentuando sus caderas.

- Ya veo que lo bueno suele venir en pequeños frascos. – dijo al poco tiempo, sonriéndole igual de coqueta – ¡Estuviste bastante bien allá arriba, cariño! Venga, yo invito algo para beber, pero luego me vas a tener que pagar con algo, pero te lo diré después – le guiñó un ojo y levantó las cejas de forma sugestiva, llamando la atención de la muchacha detrás de la barra para pedir algo.

Una vez que ella tuvo su copa, bebió como si nada el color rojo de su bebida, y luego fue que le dio un sorbo como cualquier persona normal.

- ¿Cómo dices que te llamas, cariño? – preguntó sin mirarle, se sentía demasiado atraída a la cereza que jugueteaba en su bebida que tuvo que detenerse para degustarla lentamente – Puedes decirme Marceline.

¡Su nerviosismo era tan adorable! Esperen, ¿Ya lo había dicho ya? ¡Pero es que lo es! Era una bolita de ternura, y que fuera tan pequeño le daba más motivos para que ella quisiera tirarle de las mejillas. Ni hablar de ese juego que tenía por mostrarse coqueto, si no hubiera sido porque hace casi las mismas estrategias ligonas que ella, habría jurado que el niño era demasiado virgen para prestarle verdadera atención a lo que se estaba “enfrentando”. La vampiro se mostró algo distante al pedir una segunda cereza porque si, mientras la bebida incolora se mantenía a la mitad en su vaso, anteriormente de un color rojo oscuro.

Alzó los hombros por la pregunta, si todos le llamaban así entonces la verdad no le importaba. Sin embargo, la siguiente pregunta hizo que soltara una carcajada, recostándose de forma casi provocativa en la mesa de la barra, mirándole a través de unos largos mechones de cabello que estaban sobre su cara con un brillo siniestro en los ojos, como si estuviera esperando a lanzársele igual que un cazador hacia su presa.

- ¿Es que nunca habías leído crepúsculo? – respondió a modo burlesco, acercándose un poco hacia él como si fuera algo confidencial – Pero no te preocupes, yo no soy de las que brillan en la luz del sol. - Se acercó al muchacho hasta estar de frente a él, e imitando al muchacho, arrastró su labio inferior usando sus colmillos, estirándole una mejilla como si fuera un niño pequeño poco después que eso. – Por cierto, sólo quería asegurarme que eras de confianza, y veo que el tamaño no suele ser un problema para ti - ¡Slam! Le dio una nalgada, a saber cuándo había tenido momento para hacerlo, pero lo había hecho.

Rió entre dientes, quedándose frente al chico y volviéndose a recostar de la mesa, mirando cómo otro pequeño dúo se montaba al escenario y se dedicaban uno a otro una canción bastante melosa. Sonrió ladina y se terminó su vaso rápidamente, dejando ese aire de tensión de silencio entre los dos apropósito, esperando a saber qué tipo de sorpresas traería esa pequeña cajita lasciva y semi-pirata por el parche en su ojo, ¿Será alguna especie de moda aquí entre los de Glass City?

- ¿Y qué te trae a este pequeño agujerito? No creo que haya sido mucho lo pintoresco del sitio, a menos que la humildad sea lo tuyo y estés brindándole un bien a la sociedad al escucharte cantar y… uno que otro trabajo comunitario – alzó los hombros, mirándole de una forma graciosa a que esperara que entendiera esa indirecta-directa.

- ¿A poco me vas a negar que no te gustó mi nalgada? – respondió de vuelta a su pregunta, balanceando su cadera de un lado a otro aprovechando su posición como si aquello fuera un juego de niños.

Su mirada se había perdido otra ver en la multitud, sonriendo gradualmente mientras el joven daba su discurso sobre lo buen samaritano que era y los niños pobres de África. «Dado al caso, entonces yo soy descendiente directa de Obama» pensó con extremo sarcasmo, volteándose a mirar perezosamente hacia el muchacho y recostando la mejilla sobre su propio hombro, haciendo que parte del cabello se le viniera hacia delante, cubriéndole la mitad del rostro en el que se veía una miradilla sugestiva, acompañado de una sonrisa acolmillada.

- ¿Estimulante? Qué extraña manera de calificarme. – dijo entre risas, dejando caer su cabeza hacia atrás mientras miraba al muchacho de reojo – Bien, pregunta lo que quieras. Pero te voy a cobrar como me vas a cobrar la nalgada. – se inclinó hacia él, con el rostro peligrosamente cerca del chico del parche – Pero podemos discutir la forma de pago mientras pasamos esta maravillosa noche juntos, ¿No te parece lo mejor? – le guiñó un ojo, rodeándole el cuello con los brazos antes de arrastrarlo hasta una mesa sujetándolo por la nuca, indicándole con otro guiño coqueto un mensaje como “Tus ojos aquí, bonito”.

Efectivamente, no tardaron mucho en encontrar una mesa. La vampiro depositó al muchacho en una silla y le dijo que no tardaría, contoneándose apropósito de camino a la barra para traerle las bebidas y volver a los pocos minutos, sentándose con un pequeño saltito frente al muchacho, dándole vueltitas a su vaso que estaba medio vacío (¿O medio lleno? Grandes misterios de la vida).

- ¿Qué es lo que quieres preguntarme, bonito? – preguntó, sonriéndole de oreja a oreja mientras reposaba una mejilla entre los nudillos.