{L} I'm gonna drink the red

- ¿Qué estás tratando de decir? – preguntó, flotando con el teléfono pegado a la oreja y teniendo mala cara – Oh, por favor. ¡Bonnie! No me digas que estás volviendo a tener otro de esos ataques… Si, si, ¿Qué ha hecho Keila ahora? ¿No? ¿Ella no ha sido?... ¡¿GUY?!... ¡JÁ! Cálmate, sabes que él no es la gran cosa para las maldades. Bon-… Pero  B-… Agh, ¿Sabes qué? Te llamo luego. – y con eso, colgó, dejando a la muchacha histérica al otro lado del teléfono.

Tiró el teléfono a un asiento y se tiró al escenario como si se tratara de una cama, cruzando las piernas y mirando al techo. Llevaba desde la noche pasada allí, ¿Por qué? ¿Una lista larga de espera? ¡Claro que no! Nadie le hace esperar, los demás esperan por ella. El hecho de que se haya encontrado “por casualidades de la vida” ése sitio y le haya parecido cómodo para dormir no era cosa de nada, dormir de cabeza bajo un escenario siempre le hacía sentir bien, y mucho más cuando se estiraba y jugaba alrededor de los tubos como una niña pequeña.

Sonrió a medio lado, mostrando un colmillo blanco endemoniadamente afilado. Su largo cabello negro estaba repartido por todos lados, tan acomodado y despeinado como siempre. Se levantó de su cama para recoger su bajo-hacha mientras seguía esperando a que el técnico llegara si quiera a ver si tenía algo bueno para desayunar (y con bueno, se refería a rojo). Golpeaba con sus botas el escenario para buscar el ritmo de una batería, como solía hacerlo el fantasma que pasó olímpicamente de la llamada que hizo la chica al otro lado, ¿Qué quién era? No importaba, como tampoco las personas que habían mencionado porque no es que fueran a conocerlas sin su permiso.

- Esto es absurdo – pensó en voz alta, ¿Cómo se atrevían a hacerla esperar? ¡A ella, La Reina de los Vampiros! O al menos, así se hacía llamar. Aclamada por miles de escenarios y amada por miles de personas ingenuas a lo largo de ese siglo, igual que todos los demás... – Esta espera les hará bajar definitivamente de su ranking – sonrió ladina nuevamente, mostrando los colmillos.

Luego de acariciar las cuerdas de su instrumento preferido, lo dejó a un lado de nuevo y miró a su alrededor, sintiéndose como una chiquilla impaciente porque algo pasara. ¡En serio! ¡Lo que sea! ¿Por qué todo tiene que ser tan aburrido? Desde que había llegado aquí, a Glass City, hace poco menos de una semana o dos, todo era papeleo y muchas cosas por hacer. Se supone que estaba de vacaciones… para ganar público, pero era como si aquí todo fuera a reiniciarse completamente. Su vida (en un nuevo siglo para adaptarse, por supuesto), su carrera, todo. Se preguntó si era cosa de que éste sitio tenía algo bizarro que alteraba el tiempo, pero luego le restó importancia. Teniendo o no un reset, ella iba a ser igual que siempre y en todos lados: Una estrella, quitándole la importancia a los demás si se sentían bien o no con eso.

- ¡Oye, eso está bueno para una canción! – dijo, hablando consigo misma.

Bueno, algo había que hacer mientras esperaba todavía a que algún mundano se le ocurriera venir para allá, ¿No? Tomó su bajo-hacha y se incorporó en el escenario, haciendo sonar sus botas como el paso de un gigante mientras tomaba un micrófono y empezaba a tocar unas cuantas notas aparentemente al azar, flotando alrededor del micrófono como si buscara ideas. La pequeña danza que hacía (bastante cómica a decir verdad) flotando y alrededor del micrófono, y el imaginarse a ese tal Guy (¿Y por qué no? A Bongo también) acompañándola con otros instrumentos, hacía que la letra fluyera por su mente como un río de sangre.

- If You Feel Better…

Creyó haber escuchado la puerta, pero decidió ignorarla. Cuando sus orejas puntiagudas distinguieron una voz masculina, la muchacha se detuvo justo en frente del micrófono, con un gritito ahogado como si se avergonzara de que alguien le hubiese escuchado. Es justo lo que estaba esperando, audiencia. Su sonrisa se extendió hasta tornarse casi maliciosa, el colmillo que se asomaba de sus labios pintados de pastel lo decía todo. Iba a aprovechar que todo estaba a oscuras, quería conocer de cerca… quizás demasiado, a su invitado sorpresa.

Con el silencio que se acostumbraba a su forma de flotar, la muchacha dejó el bajo-hacha a su espalda, y flotó en dirección de la puerta, a donde podía distinguir con sus ojos vampiros la figura de un hombre (muy guapo a distancia, por cierto, esperaba tener el mismo pensamiento teniéndolo de cerca) que estaba por la puerta. Caminó sobre los asientos, o al menos así lo disimulaba, sin decir ni una palabra y sin respirar en lo absoluto, porque tampoco es que podría hacerlo, cuando hizo un ruido menor con sus zapatos al dar un saltito que levantó unas motas de polvo de la alfombra del auditorio.

- No lo se… ¿Piensa que estuve esperando algo? – preguntó, todavía a una distancia prudencial, al hombre – Me habían dicho que llegase temprano, y cuando me dispongo hacerlo, me doy cuenta que no hay nadie. No hay mayor insulto a una dama que hacerla esperar, “S.E.Ñ.O.R” – su voz sonaba como un eco en toda la sala, y el increíble tono burlón de ese deletreo fue suficiente para sentir un escalofrío en la espalda cuando la muchacha rompió a carcajear.

Se deslizó una vez más entre la oscuridad y acabó estando frente al hombre, y tenía mucha razón, era apuesto a distancia y de cerca. Pero no estaba precisamente como alguien la consideraría en una “postura normal”, porque se encontraba nada más y nada menos que de cabeza, pero frente al joven que la interrumpió. Sus brillantes ojos carmesí se distinguían fácilmente de toda esa oscuridad, que en realidad no era tanta, pero a Marceline le gustaba mucho esto de ser dramaturga.

- ¿Eres el que dice ser quién me asignará un Manager? Cabe decir que ya tengo una, pero al parecer no ha querido acompañarme a éste viaje y según las normas de aquí debo tener uno de aquí para allá, así que… ¿Cuáles son los requisitos, Doc?

- ¡Pues claro que tengo razón! - exclamó la joven en la oscuridad, fingiendo que se sentía ofendida con el comentario - Pues cabe mencionar entonces, mi apuesto acompañante, que deberían tomar un horario más temprano para atender a la gente que madruga, como yo. Ya saben ese dicho entre los mundanos: Al que madruga, Dios le ayuda - dijo, colocándose de pie junto a él antes de que pudiera encender las luces.

Oh por glob... Era mucho más lindo con la luz bañándole los cabellos naranjas que con las luces reluciendo sus ojos, tenía que preguntarle dónde compraba los cosméticos para el cabello. Su sonrisa se extendió hasta ser chistosa, casi anonadada por esa miradita de "pillín" que tenía su compañero. Le caería bien, si sabía cómo jugar sus cartas, la apariencia ya le había dado un punto en el raking de Marceline. Caminó junto a él con los brazos en la espalda, mirando a su alrededor como si antes no se hubiera dado la tarea de ello, mientras que el "señor" se encargaba de explicarle tooodo el proceso para poder conseguir un nuevo manager en Glass City (que a su parecer, era muy tedioso... pero no descartaba la posibilidad de causarle envidia a cierta princesa diciéndole que se ha conseguido un manager mucho más guapo que ella... o guapa).

- Entonces creo que procuraré tener todas las dudas de un turista que desconoce el idioma con tal de pasar un poco de tiempo de calidad contigo, "s.e.ñ.o.r j.u.e.z" - dijo Marceline, volviendo a deletrear letra por letra como si estuviera saboreando un apetitoso dulce de fruta - ¿O sea que si puedo pedir un pastelito como tú me lo enviarán por correo hasta mi hotel, con flores y todo? Ahora sí me empieza a gustar su sistemita - fingió ponerse colorada con los halagos que soltaba tan amistosamente con el sujeto, riéndose torpemente.

Caminó hasta el escenario para sentarse allí de un salto y volver a girarse en dirección a su apuesto juez, que hasta ahora seguía desconociendo su nombre pero tampoco es que le importara mucho. Recogió su preciado instrumento y rasgó las cuerdas, sintiendo el filo del mismo como si le rasgara los dedos. Se había perdido en un rápido movimiento con su mano para hacer el típico "¡Do, re, mi, fa, sol, la, si, do!" con el bajo-hacha, y en seguida, se volvió hacia el "señor" juez:

- Pues bien... ¿Qué puedo hacer para que mi juez preferido y al parecer único disponible en la ciudad me obsequie un manager y su número de teléfono? Ah, por cierto, mi nombre es Marceline. Las formalidades no se me dan mucho, así que por ser tú, dejaré que me llames Marcy - dijo, ofreciéndole un guiño coqueto al joven del frente.

Le gustaba. Había que admitirlo, ese joven sabía cómo tratar a una dama. Desde esa miradita de “sé que soy apuesto, y sé que te atraigo” hasta su voz que, a opinión de Marcy, era casi como verlo ronronear seductoramente. Su sonrisa se extendió de oreja a oreja y uno de sus largos colmillos se le escapó, en brillo malicioso y coqueto de sus ojos podía hacerle saber a cualquiera que ese apuesto juez no se le iba a escapar tan fácil. Además, le ofreció presentarse en su casa con rosas, ¿Cómo desaprovechar la oportunidad? Un juego en la que los dos están jugando. Vamos a ver quién gana.

Aceptó cordialmente su tarjeta y le devolvió la sonrisa y el guiño, se le escapó una minúscula risa. Con que, ¿Matthy, eh? Ella pensaba en otra cosa. Si tan solo Ren fuera un manager… bueno, no se le puede hacer nada.

- Si, eres un grosero. – respondió Marceline, saliendo de sus pensamientos algo comprometedores – Vas a tener que encontrar una forma de que te perdone, como bien has dicho. Así que… ve preparando las rosas, yo estoy lista a la hora que llames la puerta – volvió a guitarle un ojo, ladeando la cabeza.

Hizo un gesto con la cabeza para dejarle hacer una llamada, ella también sacó su móvil un segundo, no se explicaba cómo no se había dado cuenta de que a su teléfono le habían llegado al menos tres mensajes de Bonnie, y eso que solía ser bastante molesto estando en vibración. Los leyó de reojo ya que poco le interesaba la histeria de la chica y lo volvió a esconder, para cuando Ren había vuelto hacia ella, Marcy ya se encontraba balanceando sus piernas de nuevo como niña pequeña sobre el escenario.

- ¿Otro juez? Pensé que íbamos a tener un tiempo a solas, pero si es casi tan bonito como tú, creo que no puedo quejarme – respondió encogida de hombros, tenía los brazos atrás que aguantaban su peso al buscar la forma de echarse al escenario con las piernas fuera – . Yo ya estoy lista, desde hace horas que lo estoy

¿Huelen eso? ¿No? Vamos, aspiren profundo… así… ¿Lo huelen ahora si? ¿Sí? ¡Así es, huele a tensión en el aire! Pero no una tensión incómoda, vamos que ninguno de los dos parece muy contrariado de querer seguir ese pequeño juego de niños. Es que mírenlo de este modo: Marceline tiene a un muchacho guapo que le coquetea, y el muchacho guapo que le coquetea tiene a Marceline, ¿Qué más habría que pedir? Trabajo, o al menos eso fue lo que le dejó la secretaria al interrumpirles por unos breves instantes.

- Pues yo no me quejo de que seamos sólo los dos, ¿Me invitarás un café cuando terminemos? – dijo poco después de que “Eva” se marchara, sonriendo de oreja a oreja.

¡BOOM! El hilo de tensión se cortó con unas tijeras baratas cuando el grito de una voz masculina (anuque ligeramente aguda al romperse con lo alto del tono de voz) irrumpió en el salón de un momento a otro, la vampiro se asomó por encima del hombro de Ren para ver al otro juez, acabando por arquear una ceja y mantener su sonrisa burlona al ver que venía tan atareado como si se tratara de un hombre de negocios. Acompañó a las risas de su cariñoso compañero ante el buen sentido del humor del tal Kyle, y cuando los jueces se fueron a incorporar en su mesa, Marceline los acompañó hasta estar al lado del compañero del pelinaranja, con un brazo recostado sobre la mesa dejándolo para que aguantara todo el peso de la muchacha.

- No tienes por qué ponerte así, “Ky-chan”, – inquirió la vampiro con una mirada burlona, se irguió para estirarle una mejilla y darle un beso en el aire – eso de tener arrugas en las pelotas no suena nada gratificante. Deberías ver a un doctor, eso quizás se convierta en una condición médica vergonzosa para futuras compañías. – caminó hacia el escenario, y ante la buena suerte que le mandaba Ren, Marceline le obsequió un guiño y su típica sonrisa coqueta antes de flotar al escenario como si subiera por unas escaleras.

Recogió su bajo-hacha en el camino y llegó hasta el escenario, donde volvió a girar sobre sus talones para estar frente a los jueces, haciendo una reverencia torpe e intencional para aparentar modales, cosa que no había mucho en éste escenario si se lo preguntaban. La vampiro se llevó el cabello hacia atrás mientras acercaba sus labios al micrófono para hablar:

- Ya me había presentado, pero creo que algunas personas se toman un poco literal la idea de llegar “elegantemente tarde”. – le guiñó un ojo al juez Kyle, extendiendo su sonrisa – Marceline, Marceline Abaader. Estoy aquí para marcar con una X roja a Glass City en mi mapa, ya que al parecer es el único sitio en el que no estoy siendo aclamada por el mundo y su isla en él era mi sitio favorito para poner mi taza de café – alzó los hombros con cierta diversión. Sin pelos en la lengua, sep. Marceline Abaader, señores. – Bajista, Compositora y Primera Cantante de Marceline and the Scream Queens. He venido acompañada para presentarme así que… no sean tan duros con Guy, es un chico tímido – un colmillo se escapó de su sonrisa, y cuando chasqueó los dedos para llamar a su “compañero”, Guy caminó desde las patas del escenario para incorporarse con un teclado en mano.

Se miraron las casas y el muchacho intercambió un asentimiento con la vampiro, la cual ya se encontraba lista para tocar. Acercó la parte baja de su instrumento, donde estaba la figura de hacha para ser más precisos, hasta su rostro y lo recostó en su mejilla, y de una forma extraña empezó a usarlo como violín.

Emelie Autumn : Marry Me:

Las últimas notas de su canción parecían oscurecer el escenario, porque a cada movimiento para lucirse que hacía las luces se habían apagado, hasta que finalmente, no había quedado ninguna. Al volver a encenderse, pocos segundos después, el muchacho del teclado había desaparecido, y Marceline estaba entre ambos jueces con un brazo a cada hombro de ellos, mirando hacia el escenario.

- Díganme, ¿Qué es lo que estamos viendo? – preguntó, como si estuviese confundida, y luego rompió a reír.