Primer día no es siempre el mejor

Había salido lo más rápido que pudo de la sala de profesores sin un rumbo fijo, era como si un animal herido corriera erráticamente a algún lugar de la pradera donde su depredador no pudiera alcanzarlo. Y la verdad era que no existía tal depredador más que el otro que vivía en su interior y todavía gritaba improperios contra aquella profesora que había accedido a su egoísta petición de restarse de la obra escolar. ¿Por qué entonces Zebra estaba tan molesto y él tan triste?

Las lágrimas se le caían en contra de su voluntad. Se sentía un completo inútil y en esa misma inutilidad es que no veía sentido alguno en permanecer en la academia. Así que sus pasos le llevaron a al entrada de la misma. Quería escapar.

¿A donde? No había lugar. Ni siquiera tenía permiso para salir del reciento.

La frustración era tanta que por más que se refregara los ojos, su vista se nublaba una y otra vez con su llanto. Quizás por eso es que no se percató de la persona que se le cruzó en el camino y la terminó empujando.

¡Mierda!

Por un solo instante su mirada reflejó a su otro yo. Al reactivo, al molesto, el que brotaba en ira. La mirada contrastaba con las lágrimas y hacían que las emociones reflejadas en su rostro no tuvieran sentido ni coherencia.

Se asustó. No por haber chocado con alguien, sino por haber dejado ver mucho de ellos dos.

En un instante, su ensoñación se irrumpe por un golpe de realidad con ojos color miel.
-Qué te... dice antes de percatarse de esos ojos. Miel y lágrimas, que bonito.
Piensa una y mil veces si pedir perdón, esperar el perdón de él, girarse como si nada hubiera pasado ¿enojarse?, pero antes de resolverse notó que se había quedado demasiado tiempo de pie mirando fijamente y sin reaccionar a esta persona que había invadido su pequeño mundo seguro.
Se veía confundido, ante él en ese momento, ella se veía completamente resuelta en una vida larga y tranquila.
-¿estás bien? pregunta, tartamudeando porque ya quedó en evidencia que es la cosa más incómoda que ha pisado la tierra.

"¿Estás bien?" Fue la pregunta de aquella persona que nunca había visto antes rondar por la escuela.

¡POR SUPUESTO QUE NO!

Hubiese sido la respuesta de Zebra, pero a Skyle solo le temblaron los labios mientras ese pequeño atisbo de ira se desvanecía de sus ojos dando paso únicamente a la tristeza desmedida de un niño pequeño que comenzaba a llorar sin consuelo.

Estaba destrozado, pero lo peor era que él mismo se lo había buscado, así que no había nadie más a quién culpar, no había siquiera descaro suficiente para dar explicaciones. Solo llanto, uno que sin realmente desearlo comenzaba a llamar la atención de las pocas personas que pasaban por la entrada de la Academia Musette.

Era el momento de hacer lo que vino a hacer, su forzada labor de profesora (excusa para poder dedicarse a lo que le gusta realmente) le había enseñado a contener a alumnos emocionalmente frágiles. Según los pasos en el manual de enseñanza actualizado se indica:
1.- Extender un brazo hacia el alumno en modo de asistencia
2.-  Elegir cuidadosamente las palabras de apoyo, que pueden ser "está todo bien" "tranquilo" o "puedes contarme lo que necesites"
3.- Mirar al alumno con afecto y seguridad.

En la práctica, su cuerpo rígido se voltea hacia el chico (que tiene una mirada conflictuada llena de ira y pena) y dice con una seguridad fabricada las siguientes palabras

- Sea lo que sea que ha pasado, tu tienes la razón aquí, solo llora.

¡¿HAH?!

Aconteció un milagro, uno que probablemente no pasaba hace meses, tal vez años, no estaba seguro pues no podía recordar con claridad cual era la última vez que había pasado, si es que realmente ocurrió: Las emociones de Zebra y Skyle resonaron al unísono en claro y simple desconcierto.

¿Por qué hoy todos le daban la razón como jamás nunca antes le había ocurrido? Toda su vida escuchó correcciones, sugerencias, llamados de atención o al menos alguna acotación que le volvieron el niño inseguro en busca de aprobación que era hoy.

-¡No es cierto!- Exclamó Skyle después de la pausa de sorpresa, retomando los sollozos, sintiendo el eco de Zebra, aunque con la misma ira mantenida que volvía a surgir.

¡Todos hablan, pero no saben nada!

-¡No sé qué hacer...!- Intentó explicar aunque su llanto no se detenía.

Huir.

Sugería su otro yo y él solo atinó a llevar las manos a la cabeza, entrelazando los dedos con su cabello, aferrándose a él como si con ello intentara mantenerse ahí, conciente y superior a su autodestructivo "yo".

¡crisis! ¡crisis! ¡crisis! el cerebro de Izolda comienza a arder. -Debí seguir las instrucciones!, se regañaba mientras su cuerpo no decidía si acercarse o no al chico y sus manos lo demostraban cerrándose y abriéndose según el pensamiento que le cruzara por la mente.

De pronto, tiene un momento de lucidez, y con genuina decisión obedece a su instinto:

Me llamo Izolda, soy la nueva profesora de Análisis musical ¿Qué puedo hacer para asistirte? ¿quieres sentarte y conversar un rato? - comienza a dudar de sus palabras. - Quizás nos vendría bien salir de aquí, este día no ha ido muy bien..., dice en voz alta.

Skyle y Zebra volvieron a sorprenderse, y extrañamente esa sorpresa ayudaba a que Zebra bajara cada vez más el nivel de ira que sentía.

-Profesora nueva...- Susurró Skyle atinando solo entonces a limpiarse las lágrimas, como si quisiera recoger un poco de su dignidad. La propuesta de la docente sonó lo suficientemente razonable como para que él asintiera y lentamente estirara una mano hasta agarrar la manga de la mujer. Sí, quería salir de ahí, quería sentarse y también quería conversar. -¿Realmente podemos conversar?-

Nos dirá lo mismo que la otra estúpida profesora.

Zebra se mantenía a la defensiva y es que él también estaba confundido. Normalmente dejaría a Skyle con sus problemas y luego el manejaría la frustración acumulada de una y mil maneras, pero por alguna razón él tampoco podía simplemente desligarse del tema de la obra escolar. Quizás por que había sido él quien había hecho la audición que les otorgó el protagonismo o quizás fuera simplemente por querer ver hasta donde llegaba Skyle por si solo antes de que le suplicara ayuda. No estaba seguro y claramente Zebra no iba a detenerse a analizar su línea de pensamiento, de ninguno de ellos en verdad.

Sin un plan claro, Izolda camina hacia el exterior esperando que detrás Skyle la estuviera acompañando

-"llegué hace apenas cuatro días a Glass City, no he tenido tiempo de desempacar además de mis discos porque quería conocer los alrededores, tampoco salí mucho, más bien me quedé en casa organizando los discos por categoría" - No sabía quedarse en silencio, sabía que no conocía a este chico lo suficiente como para narrarle su vida, y que tampoco podía contarle su vida personal a un estudiante, sin embargo ahí estaba, no sabiendo cómo quedarse en silencio.
Saca de sus manos algunos pañuelos y se los extiende a Skyle

"necesitas uno?"

Asintió al pañuelo y lo tomó para sonarse. Las lágrimas se habían detenido por completo.

Discos...

-¿Qué disco es su favorito? -preguntó mientras la seguía como por inercia, como si su atención se hubiese concentrado en la información que involucraba aquella única constante en su interior, la música. A veces la mente de Skyle era un caos más parecido a un torbellino de tres núcleos,
pero otras veces su mente se fijaba en una sola cosa como una polilla a la luz.

-Yo nunca puedo decidir un favorito.- Divagó y luego detuvo sus pies en seco. -¿A donde vamos? - pareció recordar de pronto que quería salir de la escuela, pero no podía. -¿Conoce el invernadero? Es muy bonito. Venga, se lo muestro. -Y repentinamente cambió la dirección de sus pasos.

(sigue en https://musiciswar.activoforo.com/t3183-pensamientos-azules-priv-izolda#29365 )