Conversaciones entre compis (Raito, Keith)

¿Es idea mía o el hermano gemelo es mucho más callado? Me estrechó la mano con simpleza y se excusó educadamente. El apretón que recibió de mí fue bastante moderado en fuerza, incluso débil. Muchos podrían apostar de forma errónea que un tipo como yo se llevaría de lujo con alguien así... Respetuoso, tranquilo y prudente. Pero no es así, las personas así me crispan los nervios porque sé que algo ocultan.

Quienes callan suelen tener mucho ruido en la cabeza. Lo sé de primera mano.

– Para nada, siendo el hermano de Rory este es como tu cuarto también – respondí amable al soltar su mano.

Le observé con atención mientras le dedicaba una sonrisa cordial, una de mis grandes especialidades. No quería que percibiera mi extrañeza, la latente paranoia que en mí emergía a medida que sentía su mirada analizándome, desconfiado. Meras teorías mías, claro estaba, no había ningún indicio explícito que señalara que el tal Keith me tuviese en la mira pero temía confundir su presencia con la de Rory. Quizás fue por eso que dije lo que dije a continuación:

– Así que ambos estudian juntos... Tendré problemas para diferenciarlos, ¿hay algún tip que puedan darme para no meter la pata? – Pregunté a ambos con aparente inocencia, paseando mi mirada del uno al otro.

No, la verdad es que la diferencia entre ambos era evidente. La forma de mirar, de moverse, de hablar... Pero debía estar seguro de cuándo mantener la guardia alta, tomaría todas las precauciones posibles para no llevarme una desagradable sorpresa más adelante. Ese pelmazo de Keith no dormiría en mi mismo cuarto sin que yo lo supiera... No lo iba a permitir.

Keith sonrió también al oír lo que el chico le decía. Con perfectísima educación. Sólo trató de que no se le notara el recelo que sentía con aquel chico. Había veces en las que conocía a una persona y automáticamente le caía bien, y otras en las que automáticamente le caía mal. Aunque a veces no hubiera ninguna razón expresa para ello, eran simples intuiciones. Raito era de estos últimos.
Y encima había ido a dar con el ingenuo y confiado de Rory como compañero de cuarto… definitivamente, Keith le tendría vigilado.

Rory se rió. Esa pregunta era ya todo un clásico. Pero le parecía lógico teniendo en cuenta que en la escuela tenían que ir vestidos iguales sin más remedio. La respuesta no era fácil, sobre todo teniendo en cuenta que, si ellos querían, podían fingir ser el otro con bastante éxito. Pero eso era algo que no revelaban a nadie. Aunque había personas más fáciles de engañar y otras que lo eran menos, y Keith sospechaba que Raito sería de estos últimos.
Aunque a Rory le pareció divertida la idea de tratar de engañar a Raito algún día, sólo para ver si funcionaba.

-Pues no sé…- dijo Rory, pensativo-. Es difícil… a menos que veas a alguno de nosotros estudiando o haciendo deberes, en ese caso, casi seguro que no soy yo- y volvió a reírse, porque por supuesto esas cosas se las tomaba a broma.

-O que veas a alguien jugando a un juego de terror y dando grititos de nena, entonces definitivamente no soy yo- dijo Keith. No iba con malicia pero sí con cierto tono de burla en su voz.

-¡Yo no doy grititos de nena!- protestó Rory, ofendido. Vale, gritar gritaba, pero… ¿de verdad sonaba como una nena? Le habría gustado replicar diciendo algo vergonzoso de Keith, pero en aquel momento le costaba pensar en algo. Además, si empezaban un duelo de esos, él llevaba todas las de perder.

-Bueno, de todas formas…- dijo entonces, dirigiéndose a Raito-. Si tienes dudas, simplemente pregúntanos.

Aunque eso no aclaraba mucho la duda.

-En fin, yo me tengo que ir- dijo entonces Keith, que no estaba muy a gusto en presencia del compañero de habitación de Rory-. Así que ya nos veremos. ¡Adiós!

Y diciendo esto, salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

-Es bastante majo, ¿verdad?- dijo Rory, ajeno a la tensión encubierta que había surgido entre su hermano y su compañero-. A veces hasta me deja copiar los deberes.

Paseé la mirada del uno al otro, sonriendo como idiota y dejando escapar una breve risotada cuando el diálogo lo requería. Siempre tranquilo, a la escucha, analizando en silencio los gestos de ambos, el acento empleado y las mañas para hablar, para moverse.

Guiarme según sus acciones no sonaba del todo convincente para mí. En apariencias Rory es el relajado y no me extrañaría que fuera de esos a los que les cuesta levantarse por las mañanas, quizás hasta tenga el sueño pesado y todo. Keith, en cambio, luce más como yo... De sueño ligero, siempre atento ante cualquier eventualidad. ¿Qué hay si decido darme una paja de "aquellas" en el baño pensando que mi compañero duerme y no resulta como espero? ¿O si traigo a una chica a la habitación y me topo con Keith? ¿Y si soy engañado? ¿Y si no le miento al gemelo correcto?

La angustia comenzó a hacer estragos en mi cabeza cuando, para mi alivio, Keith se retiró de la habitación. No dio los motivos para hacerlo, en eso se parece bastante a mí... Se mantiene a la defensiva, oculta celosamente sus secretos y aficiones... ¿O quizás estaré proyectando más de la cuenta? Me quedé observando la puerta por la que salió durante un instante, pero tuve que volver la atención hacia Rory antes de que pensara que algo malo me pasaba.

– Se ve que es un buen tipo... – dije por decir, con la tranquilidad que en apariencias me caracteriza. – Es divertido, por más parecidos que luzcan son diametralmente opuestos – comenté dibujando una media sonrisa en mi rostro, esperando que no hubiera olvidado el asunto de la canción.

Puedo apostar un brazo a que el miserable del hermano me odia, me percibe... Pero de alguna forma me las arreglaré, ante todo necesito mantener a Rory en mi equipo.

-Sí, eso es cierto, aunque… yo creo que tenemos más cosas en común de las que puede parecer- comentó Rory, distraídamente-. Si no fuera así, creo que nos llevaríamos fatal. Pero aunque mi hermano sea un empollón y vaya de niño bueno, también puede ser bastante guay.

-¿Tú tienes hermanos?- preguntó, por simple curiosidad.

Se le había olvidado por completo que estaba a punto de cantarle a Raito cuando su hermano les había interrumpido. Ahora simplemente estaba pensando en que seguramente Keith se habría ido a perder el tiempo estudiando o haciendo deberes, y que él sabía aprovecharlo mejor. De repente se sentó al lado de Raito de un salto y, señalando el ordenador, le dijo:

-¿Te gustan los juegos de miedo? ¿Nos jugamos otra al juego de la escalera?

Spoiler:

Me pregunté en qué aspectos esos gemelos tendrían similitud pero me abstuve a decir nada, de seguro es algo que netamente ellos entienden, algo que de cualquier modo me mantiene al margen. Le observé levemente crispado por su pregunta, mas no fue algo que exteriorizara con gestos o turbaciones.

– No, soy hijo único – sentencié, más cortante de lo que hubiese querido. De haber tenido al menos un compañero mi suerte no habría sido la misma... ¿O si? Me imaginé a mí mismo invadido por toda esa angustia tan familiar, esforzándome en alejar a mi hipotético hermano de todo. Un estorbo, una desagradable molestia, no sería más. – Me gustaría tener hermanos... – mentí con descaro, en contra de mi interna convicción.

Sonreí a Rory y esperé un gesto similar de su parte, una confirmación de cuán efectivo resultaba mi engaño. La necesitaba de la misma forma que respirar.

Para mi desilusión Rory parecía haber olvidado que estaba a punto de demostrarme sus cualidades vocales pero lo dejé pasar con esa misma sonrisa tallada en mi rostro, encubriendo la falsedad de mis intenciones.

– Claro... ¿Por qué no? Juguemos algo – respondí a su segunda propuesta con más cinismo que ganas, aunque no soy un asiduo fanático de los videojuegos será un buen comienzo para ambos, una excusa oportuna para llevarnos mejor. – No te rías de lo mal jugador que soy, haha~ ¿Qué tienes para ofrecer?

Rory lo entendía. Siempre le había parecido que eso de ser hijo único era algo muy triste. Aquella vez tampoco se había dado cuenta de que su pregunta había podido molestar al chico, al fin y al cabo era una pregunta simple que todo el mundo solía hacer.

-No me extraña, supongo que ser hijo único es un poco… aburrido, ¿no?- dijo, devolviéndole la sonrisa-. Yo no puedo imaginarme la vida sin mis hermanos, la verdad. Además, si no los tuviera, creo que me habría vuelto loco hace mucho tiempo.

No explicó el por qué, porque no le parecía que Raito quisiera escuchar sus problemas familiares en ese momento, pero sus razones eran más que simplemente tener siempre a alguien cerca con quien jugar y hacer un poco el tonto. Teniendo en cuenta lo poco que veía a sus padres, si hubiera sido hijo único se habría sentido terriblemente solo durante toda su vida.
Se puso muy contento cuando Raito accedió a jugar con él. Si resultaba que le gustaban ese tipo de juegos, Rory ya planeaba que se lo iban a pasar pipa durante todo el curso. Recuperó el ordenador enseguida y volvió a sentarse al lado de Raito de un salto, muy pegado a él para que viera mejor la pantalla.

-Chaval, lo importante en un juego de miedo no es jugar bien, es morirse del miedo. Cuanto más miedo da el juego, mejor es- dijo, con aire de entendido-. Y bueno, yo he jugado mil veces a Slenderman y todavía no he conseguido cogerme todas las notas. Pero cada vez que aparece detrás mía (o delante), me muero del susto- se empezó a reír solo de acordarse.

-Mmm… vamos a jugar a este- dijo, mientras abría uno de los juegos-. Se llama Sem Saída, y creo que es el juego con el que más he gritado en toda mi vida. ¡Casi me muero de un infarto! Toma, juega, verás cómo te mueres del susto. Y yo no te voy a decir cuándo va a salir un monstruo, ¿eh?

Le pasó el ordenador a su compañero y se quedó mirando la pantalla, expectante.

Spoiler:

¿Vuelto loco? Es gracioso que un tipo como éste me venga a hablar de locura, aunque poco y nada sé de sus problemas personales y no soy quién para juzgar. Tampoco quiero sonar como un abuelo o un arrogante que cree haber vivido las peores penas del infierno, no sé todos los misterios del universo ni mucho menos me conozco todos los tipos de familia.

Solo soy un chiquillo perdido en busca de tranquilidad, es todo.

Apenas Rory fue en busca de su portátil volví mis pasos hacia la cama, sentándome de nuevo en el filo de la misma a la espera de mi compañero. Él se sentó a mi lado con la alegría dibujada en el rostro, ansioso por comenzar una partida de algún videojuego de su gusto. Realmente estar con él alivia bastante la posible tensión que podría existir entre nosotros, llevaba años sin sentirme tan cómodo con otra persona y de algún modo difícil de describir se me hacía reconfortante.

– Ah, ¿el tipo alto sin cara? – Pregunté enarcando una ceja cuando le escuché mencionar a Slenderman. La verdad es que poco y nada sé de estas cosas, tenía una consola en casa pero como estaba situada en plena sala de estar me resultaba algo incómodo jugar con mi familia dando vueltas. Ordenador personal no tuve y sigo sin tener.

Pero bueno, antes de que pudiera decirle nada a Rory éste ya había puesto el aparato en mis faldas, con el menú del juego encendido. ¿Yo? ¿Asustarme con esto? ¿Quién se piensa que soy? Ni las películas de terror me hacen cosquillas... ¿Cómo podrían asustarme un montón de pixeles? Esto me decía mientras le echaba un breve vistazo al teclado.

El juego comenzaba lento y contaba con una historia un tanto sencilla, estuve alrededor de diez minutos recorriendo la maldita casona. Con el paso del tiempo el escenario lucía cada vez más sombrío y oscuro, yo me limitaba a mover a mi personaje con el mismo semblante: estoico y con una ceja ligeramente enarcada.

– ¡MIERDA...! – Mi arrogancia se vio completamente solapada con la aparición del primer monigote en medio de los oscuros pasillos... Salió de la nada el muy mierdecilla. – ¡PUTA MADRE...! ¡¿Qué hace este otra vez aquí?! – Exclamé indignado al cabo de un rato, cuando el sujeto volvía a hacer acto de presencia. Mi reacción era más o menos reiterativa: solo daba un pequeño respingo sin despegar mis ojos de la pantalla, acompañándome de todas las maldiciones que me sabía. – Tsk... ¿Eres un masoquista o qué? – Pregunté a Rory, un tanto alterado después del susto más fuerte hasta el momento, ese donde se prendía la luz de la habitación y se exhibían un montón de partes humanas colgando del techo.

-¡Sí, ese!- dijo, encantado de que Raito conociera a Slenderman. Eso le hacía ganar muchísimos puntos a ojos de Rory.

No apartaba los ojos de la pantalla mientras el otro chico jugaba. Daba igual las veces que hubiera jugado, esa atmósfera terrorífica siempre le ponía de los nervios. A decir verdad, no esperaba que su compañero fuera a reaccionar así. Esperaba que se asustara, por supuesto, pero le veía bastante estoico como para dar gritos.
Rory daba saltos cuando aparecían los sustos en el juego, pero esta vez estaba más pendiente de Raito y de las reacciones de éste. Quería ver si se lo pasaba tan bien como él, y cuando el chico dio aquel grito, él empezó a reírse a carcajadas. No se reía de Raito, por supuesto, no podría hacerlo teniendo en cuenta que él también daba gritos como esos cuando jugaba. Pero siempre era divertidísimo ver cómo alguien se pegaba un susto de esos. Sólo esperaba que el chico no se molestara, porque no sería la primera persona que lo hacía. Pero aunque Raito parecía bastante serio (al menos comparado con él), Rory estaba convencido de que tenía bastante sentido del humor.

-Mola, ¿eh?- dijo, cuando al fin pudo parar de reír-. ¿Yo? ¿Por qué? No lo sé, hay diversión en pasar miedo, ¿no crees? Si te digo la verdad, no sé por qué me gustan tanto estos juegos… a veces no puedo dormir por las noches y todo- dijo en tono de broma. Era cierto, pero no quería que Raito le tomara por un cobarde y se riera de él.

Me divertía escucharle pero no quise desviar la vista del ordenador para verlo a él, solo arqueé una ceja con tranquilidad, como si quisiera resaltar con ello el poco sentido que tenían sus palabras para mí.

– No... No soy de los que disfrutan el sufrimiento... – dije para parecer cool pero la verdad es que me estaba ahogando con todas las risotadas nerviosas que me provocaba este maldito juego. – Haha, con que eres un masoquista después de todo... Mientras no te portes así con las mujeres creo que no hay problema... – comenté como si no fuera la gran cosa, sin despegar mis ojos de la pantalla.

Estaba demasiado atento recorriendo el lugar virtualizado que se exhibía ante mí, llevaba tiempo sin disfrutar tanto uno de estos juegos de emulación y admito que tenía la piel de gallina con esa tétrica atmósfera, qué decir del sonido ambiental que le colocaban, servía para rematarlo. Quería hallar el meollo del asunto, encontrar la salida cuánto antes... Porque este era uno de esos juegos, ¿verdad? Con un final lineal y todo... Aunque pensándolo bien, si la cosa es de terror puede que me esté dirigiendo directamente a lo peor.

– Pe... Pero qué... – balbuceé al encontrarme nuevamente con la figura negra de rostro sonriente, la cual ahora aparecía ante mí (un negrón cualquiera) con una serie de mensajes espeluznantes. Me eché un poco para atrás, su sonrisa parecía salida del mismo infierno.

-¿Yo?- volvió a preguntar, como si la idea le resultara absurda-. No, no lo creo… bueno, no lo sé, la verdad… ¿tú crees que lo soy? O sea, quiero decir, nunca lo había pensado, siempre pensé que un masoquista era alguien a quien le gusta que le peguen, o algo así, no gente a la que le gusta asustarse con juegos de miedo.

Se quedó un momento pensando en lo que acababa de decir Raito. Bueno, quizá tuviera razón, si le gustaba tanto pasar miedo, quizá era uno de esos. La idea le parecía absurda y divertida a la vez.

-No, tampoco creo que me guste que las chicas me peguen- contestó a lo otro, con una carcajada-. Ni pegarles, por supuesto, a las chicas hay que tratarlas bien.

Pensó volver a atacar a Raito con preguntas sobre el tema de las chicas, ya que lo había mencionado, pero se lo estaban pasando muy bien con el juego y no quiso incordiarle más. Además le veía super interesado en el juego. Lo cual le puso contentísimo, porque pensó que había encontrado un buen compañero con el que jugar.
Volvió la vista a la pantalla y dijo:

-Ten cuidado cuando te salgan los esqueletos, a mí siempre me matan (y no del susto). Bueno, a mí me matan del susto y al personaje lo matan de verdad. Por eso nunca me lo he pasado. Luego te persiguen y tienes que huir de ellos a toda hostia. Es difícil, la verdad.

Seguí tecleando los botones del ordenador y no despegué la mirada de la pantalla, guiando a mi personaje a su destino y a lo que parecía un corredizo infinito donde en cada intervalo lo mataban. Pero reconozco que estaba más centrado en las palabras de Rory, podía apostar que él no usaba a diario conceptos como el que yo acababa de mencionarle... Y es que, bueno, ya he dicho bastante que no acostumbro a tratar con chiquillos de mi edad.

Me las quiero dar de maduro y todo pero en el fondo creo que lo que dice mi compañero tiene mucho más sentido, es lo "normal" tener esa noción de masoquista... Pero ¿quizás si soy algo raro? Me estremecí ante su comentario con respecto a las mujeres mas intenté no exteriorizarlo, y es que en el fondo soy un misógino disfrazado... "Tratarlas bien", mis pelotas.

– Si... – fue todo lo que dije ante su acotación, aún cuando en mi fuero interno me decía todo lo contrario. – A mí parecer somos todos un poco masoquistas – planteé una idea bastante honesta que sostengo hace un tiempo, aunque me resultaba complicado explicársela. – Por ejemplo, hay muchos tipos allá afuera que escogen a la chica equivocada y, sin importar lo zorra que sea ni cuánto daño haga, deciden quedarse con ella... ¿No es eso un poco similar a aceptar emociones desagradables como el susto o los golpes? – No quise volverme a verlo pero estaba realmente interesado en el asunto, no sólo me lo cuestionaba para mí mismo sino que también para los demás.

Me mantuve jugando en todo momento y ya era la décima vez que intentaba la parte de las calaveras que Rory advirtió. Imaginaba que debía de haber una forma específica para pasar esta parte, ya saben, oprimiendo las teclas en el segundo preciso y tal... ¿O tal vez habré pasado algo por alto?

– Perdí otra vez... – mascullé por lo bajo, levemente irritado.

Las teorías de Raito le parecían a Rory de lo más interesantes.

-¿Tú crees? Bueno, es posible que todos lo seamos- dijo-. También llevas razón con eso, pero no sé, esos más que masoquistas lo que son es imbéciles, ¿no? O las dos cosas. ¿O lo harán porque dicen que el amor es ciego? ¿O porque tiran más dos tetas que dos carretas?

Se puso a reírse de su propia ocurrencia. Pero la verdad era que le había sorprendido que Raito hablara de repente de temas tan serios. De hecho, si no hubiera sido porque el chico ya le había dicho que nunca había tenido novia, Rory habría podido jurar que hablaba con conocimiento de causa. Bueno, quizá Raito no le hubiera dicho la verdad sobre el tema, al fin y al cabo.

-En serio, Raito, tú controlas bastante de este tema, ¿verdad?- le dijo con cierta admiración-. Aunque me hayas dicho que nunca has tenido novia.

Volvió la vista a la pantalla para ver cómo el personaje del juego moría por enésima vez. De tanto ver esqueletos incluso estaba empezando a perder la sensación de miedo que le producía el juego.

-En serio, este juego es muy jodío, igual hemos empezado con algo demasiado difícil para ti…- dijo, con indulgencia-. ¿Quieres que pongamos otro? Ya estoy un poco harto de Slenderman, pero… mmm… podíamos jugar al Amnesia House of Creep, está bastante bien.

– ¡Hahaha! Bueno si... – reí de buena gana ante la broma de Rory, llevándome deliberadamente una mano a los labios para contener el exceso de expresividad. En serio, si fuera por las puras pintas cualquiera diría que me comporto como un señorito y es que me he obligado a mí mismo a ser algo educado para compensar lo demás.

El comentario de mi compañero me pilló volando bajo, mi expresión se ensombreció un instante mas no tardé en desviar la vista y hacer ver que estaba pensando o recordando algo importante. Bien, puedo decir que en ese momento -y tal vez por la misma influencia del juego- estaba mucho más relajado, quizás hasta podría contarle a este chico algo más de mí.

Pausé el Sem Saida para retomar el asunto.

– "Controlar" no es la palabra adecuada, es más bien lo contrario – mascullé sin mover la mano que aún me sostenía el mentón, el ordenador de Rory seguía sobre mis faldas pero no le estaba prestando mayor atención. – No tengo buena relación con las mujeres, siempre que me acerco mucho termino liándola – le expliqué con sinceridad, aunque no quería entrar en detalles de por qué esto era así.

Después de lo anterior me volví finalmente hacia él y ladeé una sonrisa, dibujando en mi rostro un esbozo de complicidad en lo que iba a decir a continuación:
– Pero el sexo es un tema que me atrae mucho, ¿entiendes lo contradictorio que es eso? – Un cualquiera podría concluir que soy una soberana mierda pero, vamos, Rory tiene mi edad... ¿A que ha pensado en las mismas guarradas que yo?

Volví la atención hacia el asunto del juego y con algo de insatisfacción le devolví el portátil.
– Haz lo que quieras, yo me rindo con este – Aunque tampoco estuvo mal.

A decir verdad no le sorprendía demasiado que Raito dijera esas cosas. No había tenido novias, pero sí había tenido sexo (mucho, según él), y eso para Rory significaba que Raito sólo quería a las chicas para una cosa. Normalmente no le gustaba mucho la gente que pensaba de esa forma, pero ese chico le había caído lo suficientemente bien como para pasarle eso por alto. Además, su vida personal era sólo cosa suya.

-Sí, sé lo que quieres decir- contestó, con una risita. No es que él se pasara la vida pensando en el sexo, pero de vez en cuando…

-A lo mejor simplemente no has encontrado aún a la chica adecuada. Seguro que está ahí fuera, en algún sitio, y algún día la encontrarás- dijo, muy convencido.
Cogió el ordenador que el chico le devolvía y lo apagó.

-Bueno, me parece que ya hemos pasado bastante miedo por hoy- dijo, riendo-. Ya te enseñaré más juegos, tengo muchos.

Le sonreí, aliviado de que no fuera de esos que al meter el tema de la entrepierna prácticamente tiemblan de miedo o nerviosismo. Rory es joven -bueno, yo también lo soy- pero tiene la suficiente madurez como para tratar este asunto sin titubear... O al menos esa impresión me dio, tampoco podía adivinar con plena exactitud qué pensaba.

Odio la incertidumbre. Mucho.

Pero su comentario consiguió desviar mis pensamientos... ¿La chica adecuada? Le observé con cautela y, como si estuviera hablando en otro idioma, me vi en la penosa obligación de reprimir una carcajada. Acerqué deliberadamente una mano a mis labios, diciéndome que debía mantener el teatro del estudiante normal si quería ser aceptado. No era el mejor momento para discutir, además algo en sus palabras me hacía sentido: no conozco a cada maldita mujer del mundo... ¿Quién sabe? Quizás no todas sean tan perras como me han hecho ver.

– Dices cosas como sacadas de una película gringa... – comenté divertido, sin poder reprimir que lo que había dicho me hizo mucha gracia. – ...Pero quizás tengas razón – agregué rendido, dedicándole una sonrisa.

Eché un rápido vistazo al ordenador antes de entregárselo, confirmando que se nos había pasado la hora con el juego y mañana teníamos clase otra vez. Me levanté de la cama y fui a sacar los útiles de aseo de mi maleta aún hecha -ya me encargaría de vaciarla después- para luego dirigir mis pasos hacia el baño.

– Se nos ha hecho algo tarde, ¿no? – Comenté al acomodarme ante el lavabo con cepillo de dientes y pasta en mano, sin cerrar la puerta para que Rory pudiera oírme. – Por cierto, soy algo ignorante en esto de los videojuegos pero ¿tienes alguno favorito? Estaría bien probar ese la próxima vez...