Winter Sleep (Priv. Reino)

Sólo hacía una semana que estaba en la ciudad, la mudanza y todos los cambios que llegaron después no le habían dejado tiempo para relajarse. Era la primera vez que estaría sola en un sitio como aquel, cuando había vivido en Londres aunque rentaba su propio apartamento pasaba más tiempo con los miembros de la banda que allí, y no tuvo oportunidad de ser independiente. Esta vez se trataba de un desafío completamente distinto. Estaba sola, y eso justamente lo que hacía de todo ello una aventura interesante. Le llevó varios días acabar de instalarse, sus muebles y objetos personales e demoraron en llegar desde Inglaterra, y necesitó algunos días para deja las cosas en orden en el apartamento de dos ambientes que alquiló frente al parque principal, una zona urbana llena de negocios bonitos. Antes de ir esa mañana a Merveilles Records había tomado un delicioso café con una rebanada de pastel en la confitería ubicada justo junto a su edificio, disfrutó de aquella pausa que le permitió dilatar el momento de acercarse al sitio que se convertiría en su próximo destino. Arribó al sitio cerca de las diez de la mañana, presentándose en la recepción preguntó por la persona a la que buscaba, no había caído en ese sitio por casualidad, aunque era una agencia conocido en el mundo de la música, hacia otras excelentes posibilidades. Lo que la había llevado a escoger ese sitio entre otros era que allí trabajaba el manager que había acompañado a su cantante favorita. No es que pensara que ella estuviera a la altura, pero quizás tenía suerte y conseguía al menos una entrevista con el sujeto. ¡Tenía que darle una oportunidad!  Para su desilusión la amable mujer detrás del mostrador le explicó que aún no había llegado, y que no sabía si concurriría al sello esa mañana, sin embargo le ofreció la oportunidad de esperarlo lo cual decidió aceptar pues no pensaba rendirse tan fácilmente.

Se montó en el ascensor que la llevaría a la cafetería ubicada en el ante último piso, sin embargo al ver la opción de la terraza optó por cambiar su destino y apretó el último botón trasladándose hasta la parte superior de la enorme edificación. Allí habían montado un precioso jardín de invierno, donde plantas y flores crecían por todas partes, cubierto por placas de vidrio el sitio quedaba protegido de la intemperie cuando el clima no era bueno, sin embargo al encontrarse en los primeros días de otoño las placas estaban descubiertas y el sol iluminaba las hojas de intensos verdes y amarillos. En el centro había una preciosa fuente que musicalizaba el ambiente, alrededor pequeños bancos de madera daban espacio a que se pudiera disfrutar del entorno. Encantada Isabella se acercó a ese sitio escogiendo un asiento al azar, cruzándose de piernas y recargando la espalda contra el respaldo rebuscó entre su cartera hasta dar con sus auriculares.  Los conectó en el puerto del móvil para luego poner un auricular en cada oreja y buscar entre su colección de canciones hasta conseguir la que buscaba, tenía toda la discografía de Layla descargada en el teléfono, y se sabía todas sus canciones de memoria. La repentina finalización de la carrera musical de su artista preferido le había dejado un sabor amargo, mucho se dijo sobre los motivos, y los rumores se extendieron por mucho tiempo, sin embargo ella no volvió a hacer apariciones públicas y se negó a dar explicaciones.

La canción comenzó a sonar invadiendo sus oídos, retumbando en su cabeza, y sin darse cuenta comenzó a cantar en voz alta, aquella melodía siempre lograba conmoverla, la letra y melodía eran sencillamente perfectas.  Layla era una genio de la música, tenía éxito, todos la adoraba, y sin embargo había decidido dejarlo todo. ¿Qué la habría llevado a eso? Siempre se lo había preguntado, y  le daba vueltas al asunto cuando se preguntaba cómo seguir con su carrera en el mundo de la música. Quizás su manager pudiera darle una respuesta, si es que conseguía encontrarlo.

Cancion:

No era su mejor día. Ni su mejor mes. Mejor dicho, todo ese año había sido una montaña rusa de emociones desde el comienzo.

Primero lo sucedido en la fiesta del sello, luego Halloween y la consecuente disolución de Redline. ¿Acaso alguien decidió echarle una maldición gitana o algo por el estilo? Reino suspiró pesadamente, vieja costumbre que tenía cada vez que sus pensamientos no conseguían ordenarse.

A esas horas se encontraba llegando a Merveilles, pero antes de ir a sentarse cómodamente en el sillón de cuero negro que protagonizaba su oficina, sintió deseos de fumar un cigarrillo o dos. No quería dejar la oficina impregnada de olor a tabaco, por lo que en lugar de detenerse en su piso se dirigió hacia la terraza del sello, donde más de un colega solía detenerse a fumar. En el trayecto, hizo un recuento de lo sucedido ese año:

Durante la fiesta del sello acabó declarándole sus sentimientos a Zinnia Millaray, el gran amor de su amigo Revo. Él había visto todo, y lo que era peor, no le recriminó nada al respecto. Quizás una explicación hubiera servido para aclarar varios cabos sueltos de lo que escuchó esa noche, pero ¿debía realmente? El que no se hubiera acostado con Zinnia no cambiaba el hecho de que ambos tenían sentimientos por ella; a decir verdad, Reino se sentía tan miserable en aquél entonces que temió realizar cualquier movimiento con respecto a ese tema. No esperaba ser correspondido por la bailarina, solo quería dejar en claro su posición para evitar malos entendidos a futuro pues ya estaba harto de tratarla mal sin motivo aparente. El manager lo hizo por su bien: él sabía que ella amaba a Revo, también sabía que Revo estaba esperando la oportunidad para estar junto a ella de manera apropiada. Pero bueno, ¿cómo fue capaz de meterse en semejante culebrón? No lo quería, no lo buscó. Zinnia en principio solo era una profesora de danza de Musette que no tendría por qué estar relacionada con el aclamado y trabajólico Regan Vosuet.

Por si fuera poco, esa misma noche se reencontró con Katherine Howell, la muchacha que había conocido hace dieciséis años y con quien tuvo un breve amorío de una noche. Le contentaba que ella le hubiese reconocido al fin, tal vez no eran las circunstancias ideales, pero sí estaba feliz de ver que pudo realizar sus sueños y que su vida avanzó por buen camino. No como él.

Al cabo de unos días, Regan y él resolvieron sus problemas, por lo que la amistad se mantuvo aun cuando ninguno hablara con Zinnia al respecto. Los medios divulgaron este altercado y la polémica se extendió por todo Glass City, algo que fue bastante molesto para él. Layla nunca le preguntó nada.

El año transcurrió con suma rapidez después de ello, tanta que ni siquiera se dio cuenta. Revo le forzó a participar en un ambicioso proyecto personal por lo que tuvo que volver a la música durante un período. Pese a ello y a sus múltiples tareas, todo iba viento en popa con Redline, la banda que estaba representando hace solo unos meses. Claro, hasta que sucedió la reunión de Halloween. Comenzó siendo una velada muy divertida en su casa cuando las cosas se pusieron un tanto ¿paranormales? Y su adorada vocalista acabó herida y hospitalizada. Ni siquiera él recordaba muy bien cómo fue que una de sus piernas quedó inmovilizada pero tal calamidad fue suficiente para que se viera en la necesidad de volver a Japón. Por supuesto que Reino encaró a los medios en su defensa pero nadie creyó en sus explicaciones, las cuales ni siquiera tuvieron tribuna para la prensa. ¿Quién iba a tomar en serio una historia que involucraba fantasmas y posesiones? La banda se disolvió después de eso.

— Tal vez no es que yo esté maldito, sino toda esta ciudad... — Murmuró al llegar a la terraza. Creyéndose solo, acercó sus pasos hasta la baranda y encendió un cigarrillo mientras su mirada se perdía en el paisaje: allí, Glass City se lucía en todo su esplendor.

Fue en ese momento que una dulce melodía llenó sus oídos. Una melodía que él conocía muy bien. Atónito, desvió lentamente la vista hacia una de las bancas al otro lado de la fuente. Había alguien ahí.

"Esa voz es de... No, no puede ser..."

— ¿La... Layla...? — Preguntó con un hilo de voz, acercándose a paso lento y desconfiado, como si se tratara de un sueño o una ilusión. Al pasar la fuente, Reino notó que efectivamente se trataba de una chica, pero no era quien estaba pensando. — Ah, disculpa, me he equivocado. — Soltó de inmediato al notar su error, un poco avergonzado.

"Seré idiota. Layla no está aquí."

Con los ojos cerrados, absorta en la melodía que recorría cada fibra de su ser, Isabella disfrutaba del pequeño momento a solas. El aire fresco le acariciaba el rostro erizándole el vello de los brazos, consiguiendo que apenas se estremeciera. El otoño daba la bienvenida a los primeros días frescos del año. Apenas frunció la nariz al sentir el inquietante aroma a tabaco. Tenía sentimientos encontrados por ese sabor que llevaba tiempo sin probar, y que lo tenía rigurosamente prohibido por sus propios preceptos idealistas. El cigarro era malo para la garganta, cualquiera lo sabía, sin embargo aquel era uno de los placeres secretos de la vocalista quien de tanto en tacto se permitía correrse de la línea, y probar uno o dos. Sintió la boca seca por el deseo, el aroma le había despertado aquel apetito por saborear uno de sus favoritos, pero no llevaba ninguno para no caer en la tentación con demasiada asiduidad. ¿Y si pedía uno a la persona desconocido que compartía con ella el espacio? Se animó a abrir uno de los ojos, había dejado de cantar, pues la melodía se encontraba en el intervalo en que los instrumentos se encargaban de maravillar al público con sus ritmos y sintonías. Sin embargo, apenas llegó a visualizar el perfil recortado contra el cielo despejado y los edificios elevados cuando el desconocido mencionó palabras que la dejaron descolocada. No era del todo sorprendente, aunque un verdadero elogio y una caricia a su ego el haber sido confundida con su cantante idolatrada. Giró entonces el rostro para ver al hombre de chaqueta de cuero y peinado llamativo. Estaba segura de que lo había visto en algún sitio. Frunció apenas el ceño, esforzándose por pensar mejor hasta que se unieron los puntos y descubrió que estaba frente a la persona que había estado buscando.

-¡Eres tú!-exclamó poniéndose de pie de un brinco, quitándose los auriculares, dejando que la melodía siguiera sonando en su móvil, en el silencio apenas se escuchaba el susurro de la voz de Layla como telón de fondo. –Eres Reino, su manager- estaba segura, el sujeto tenía un tipo muy peculiar, difícil de olvidar en realidad, aunque sólo lo había visto en la televisión y en las revistas estaba segura de que era él. Había que reconocer que personalmente lucía más apuesto. De repente los nervios le estrujaron el estómago, y por un momento no supo que decir. Había elegido ese sello precisamente porque tenía la esperanza de poder trabajar junto a ese sujeto, sencillamente porque estaba segura de que debía ser uno de los mejores. La exitosa carrera de Layla no sólo se debía a que tenía una preciosa voz y un gran talento, Isabella bien sabía que eso era necesario pero no suficiente, había sido Reino quien la había hecho brillar, y era justo lo que ella necesitaba en esta nueva etapa de su carrera.

-Soy Isabella Collins-se presentó, haciendo una pequeña mueca, una especie de sonrisa torcida en un intento de parecer simpática y ocultar los nervios que no permitía que se reflejaran en la seguridad de su voz. Se llevó el cabello hacia atrás, metiendo los dedos entre los mechones oscuros antes de seguir hablando. –Y la verdad es que te estaba buscando, vine a Merveilles por ti-aquello quizás sonaba un poco extraño, pero estaba tan segura de sus intenciones que siquiera se dio cuenta que eso podía malinterpretarse. Isabella era muy cabeza dura, y una vez que se le metía en la cabeza algo era difícil hacerla cambiar de opinión. No había llegado hasta allí para que aquel manager la rechazara, y aunque sabía que lo tendría difícil sospechaba que tenía alguna oportunidad. Se mordió el labio, un poco inquieta, sin saber que más decir, tenía mucho para comentar, pero no quería resultar impertinente o atolondrada. Tomó su cartera, buscando dentro un pendrive que no demoro en localizar. –Aquí está algo de mi material-explicó dejándolo en la palma de la mano del sujeto, esperando que no se negara al menos a escuchar algunas de sus canciones. Tenía un estilo similar a Layla, incluso sus voces eran muy parecidas, y aunque en muchas oportunidades había hecho covers de sus temas también tenía sus propias creaciones y deseaba que el otro evaluara si eran tan buenas como ella creía. Trabajar a solas era demasiado difícil. –Quiero iniciar una carrera como solista… Y me gustaría pedirte que seas mi manager.

La reacción de la muchacha lo tomó completamente desprevenido.

¿Lo conocía? ¿De dónde? Esperaba que fuese una antigua fan de The Owners, y no alguien que había leído las horribles noticias que circulaban en todo Glass City en torno a su persona. Por su edad aparente, lamentaba que la segunda opción fuera la más probable.

Lo de Layla había pasado hacía varios meses, pero aún había quienes recordaban el desastroso desenlace de su carrera y, por consiguiente, de Redline. Cuando la chica corroboró que lo reconocía como "su" manager, la mirada de Reino se enfrió. Seguro era una reportera o una fan de Layla que venía a increparlo; estaba acostumbrado a que la gente le pidiera explicaciones sobre esa desgracia, ignorando que quien más la lamentaba era él.

Isabella le dijo su nombre y solo entonces notó que de sus abandonados audífonos provenía una voz lejana, pero incomparable.

"Se parecen mucho...", pensó, recordando que la confundió con su querida vocalista. Minutos atrás, hubiese creído imposible que alguien siquiera se asemejara al prodigioso timbre de Layla. Solo por eso podía admitir que era una promesa musical.

— ¿Eh? — fue lo único que soltó tras semejante declaración; después de eso, la escuchó boquiabierto y muy confundido.

Era primera vez en toda su carrera como manager que alguien le decía que venía al sello por él, pues aunque fuese famoso en Glass City, la única banda exitosa que había asesorado era Redline, y el accidente de Layla no alentaba a que otros artistas quisieran trabajar con él.

Recibió el pendrive que la chica le entregaba como por inercia, y apenas estaba procesando lo que eso significaba cuando ella hizo una afirmación directa de sus intenciones.

— No estoy interesado en asesorar a nadie por el momento — dijo su respuesta preparada, la que siempre daba a todos los que le pedían lo mismo (que no eran muchos, pero existían). Reino extendió el brazo con el pendrive en mano, con la intención de devolverlo. Cuando lo hizo, la miró directamente a los ojos, serio. La determinación en la mirada de Isabella era inusual, y solo por respeto y reconocimiento hacia ese brillo especial y esa voz que tanta nostalgia le provocaba, sería honesto con ella. Suspiró antes de decir: — Me siento realmente halagado de que hayas decidido venir a Merveilles por mí, pero sería irresponsable de mi parte aceptar. Supongo que sabes lo que pasó con la vocalista de Redline, Layla Serizawa, ¿no? Jamás podría permitirme arruinar un talento como el tuyo del mismo modo que lo hice con ella. Lleva tu material a las oficinas del sello, estoy seguro de que encontrarás un profesional mucho más capacitado que yo, dispuesto a asesorarte como mereces.

Spoiler: