First Impressions [L]

Se podía oír murmurar por los pasillos, mientras la rubia se ocultaba tras cada objeto en el que le fuera posible y conforme avanzaba nacían de su boca nuevos lamentos. Había dejado en claro que su vestimenta debía ser masculina, ya que a pesar de que el uniforme de chicas no se veía mal, el simple hecho de utilizar falda le ponía de nervios. Prácticamente obligando a su hermano a traerle su uniforme, a pesar de que fue este en un principio quien la había llevado a la escuela con las prendas de las que en esos momentos se estaba lamentando. 


Pidió su hermano, cuando en realidad Max fingió ingresar para lanzarse una vez que el auto se perdió de su vista detrás del mas cercano arbusto. Durmiendo las horas restantes, no sin antes colocar un alarma a la hora que su hermano le había indicado. Cuando esta le despertó apresuro paso hacia la entrada sacudiéndose algunas de las hojas que se le habían impregnado, arrebatando el uniforme de las manos de su hermano una vez que tuvieron contacto e inventando una pequeña historia cuando su hermano le pregunto sobre las clases antes de despedirse.
Con las prendas en manos su objetivo se había vuelto el encontrar un buen lugar para cambiarse. La mayoría de los alumnos y profesores se hallaban ya en clases, siendo algunos pocos los que concurrían el pasillo. Por lo que seria algo mas fácil el escabullirse por los pasillos, mas no queriendo confiarse acelero el paso desesperada virando por los pasillos sin mucho cuidado, impactando en uno de esos momentos con alguien. 

— ¡Perdona! —Alzo la voz, reincorporándose haciendo lo posible por que su rostro ni vestimenta fueran notadas, sin  tomarse la molestia de ver a quien había empujado y a pesar de que en otras circunstancias se habría detenido y disculpado con quien fuera que hubiera sido su victima, mas aquella brisa entre sus piernas le recordaba las pintas en las que estaba por lo que el cambiarse de ropa se había vuelto su prioridad. Acelerando el paso para no ser vista, adentrándose a lo que parecía ser el cuarto del conserje, verificando después que no hubiera nadie para cambiar su atuendo. 

El Himno a la alegría sonó en su cabeza al momento que sus piernas fueron cubiertas por la fina tela, saliendo con una enorme sonrisa de aquel pequeño cuarto. Reprimiendo un grito de sorpresa cuando noto que alguien afuera le estaba esperando.